By Tewy - Own work, CC BY 2.5, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=1382659

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Mis queridos Hermanos y Hermanas, he obtenido el requerimiento de presentar mis impresiones de la iniciación a la masonería en forma de una plancha. Siendo la primera plancha en mi vida masónica, intentaré cumplir con este objetivo con el mayor respeto y responsabilidad que pueda, pero es muy probable, hasta se podría decir inevitable, que cometa algún tipo de error y por tanto os pido disculpas de antemano.

Desde mi punto de vista la iniciación a la masonería es una forma de transformación personal. No me refiero a un proceso completo, sino que es un solo comienzo de una larga historia cuyo fin está iluminado desde tan lejos como un faro ilumina a los barcos en la mar nocturna. Pero igual que un faro marca la costa segura, hay millones de estrellas en el cielo de la noche que pueden confundir al navegante del barco. El  navegante, si no es sabio y si no sigue el camino correcto tanto con el corazón como con la cabeza, puede perder su curso y desaparecer en la oscuridad.

La persona que entra en este camino de transformación, un profano, es una persona llena de curiosidad, energía, motivación de cambiar el mundo, pero quizás también llena de dudas, preguntas y quizás un poco de miedo. Este profano se parece mucho a un marinero joven antes de su primera navegación. Hay algo que le “quema” por dentro, como si fuera un fuego diciéndole: “Vete. Sal. Las respuestas están detrás del horizonte. Detrás de aquellas olas que tocan el cielo.” El joven mira hacia la mar y se asusta un poco de su poder. Sabe muy bien que la fuerza de las olas rompiéndose en la costa ha destruido ya muchos barcos. Pero él ya no puede aguantar más. “Vete. Sal.” En este momento las ganas de ir prevalecen sobre el miedo y el marinero coge su barco y sale.

En los primeros metros fuera de la costa está muy nervioso. Es una mezcla de  sentimientos.

Por un lado piensa que este es el momento tan deseado. Por fin ha llegado el día de la salida. Sus sueños se están empezando a formar. Pero por otro lado no es capaz de hacer callar a las dudas: “Te vas de la tierra segura. Las olas romperán tu barco en la costa. E incluso si logras pasarlas, te vas a perder. Te vas a morir.” El joven sabe que ya es demasiado tarde para volver. Sería ridículo para todos los demás y lo peor de todo, sería ridículo para sí mismo. Antes de su partida había oído a los marineros de su pueblo mencionar las tres olas grandes que separan a los marineros que logran salir al mar de los que tienen que volver al punto de partida y quizás no volver a salir jamás. Pero nadie le dijo qué es lo que está detrás de estas olas. Eso es algo que tiene que encontrar cada uno solo.

La primera ola vino de la misma manera como las olas que observaba desde la costa durante todo este tiempo ­ era más lenta pero robusta, abordando todos los aspectos de su
barco. El marinero estaba preparado, empezó a remar cuando estaba justo por encima de la ola y logró superarla. Miró hacia la costa y se dio cuenta de que ya estaba mucho más lejos de lo que pensaba. Esto le dio más energía todavía. “Has superado la primera ola. Aguanta, solo quedan dos!”, comentó su fuego interno. La segunda ola era distinta. Vino con fuerza, pero con fuerza más suave, más femenina. El marinero se tuvo que inclinar al babor de su barco para no perder el equilibrio tan importante. Justo en ese momento oyó su lengua materna. Era como si alguien le saludase desde la costa. Miró hacia la tierra pero solo veía las ramas de los árboles. Tan lejos estaba ya. Casi no era consciente de que ya había superado la segunda ola. Otra vez sonó la voz interna: “Solo una. Solo te queda una y estás en la mar, libre.” Pero la tercera ola no venía. El sol ya estaba tocando el horizonte. El joven marinero estaba sorprendido porque siempre le decían que había tres olas. ¿Podría ser que no fuera verdad y que fueran solo dos? Por un lado del cielo ya se podían ver algunas estrellas y el otro lado todavía estaba iluminado por el sol que se acostaba para ganar energía para el día siguiente. Justo cuando estaba mirando esta belleza, su barco se movió con fuerza. La tercera ola. Esta era potente, como si tuviera una fuerza más juvenil. El marinero sabía que ahora era el momento de extender la vela. La vela blanca de una tela virgen se extendió, siguiendo sus órdenes como si hubiese esperado este momento durante toda su vida. Él cogió la cuerda con ambas manos, estabilizándola por debajo. La vela cogió toda la energía del viento que se empezaba a levantar y aceleró el barco contra la ola, superando así la tercera prueba. El marinero estaba cansado pero feliz. Una vez más miró hacia la tierra, pero se dio cuenta de que esta había desaparecido por completo. Estaba en la mar libre. Por fin.

El viento ya tenía más fuerza que antes y las nubes se empezaban a formar en una agrupación que le daba miedo. Además ya había oscurecido por completo. Era de noche y hacía frío. Al marinero le entró miedo. Estaba solo y en un lugar desconocido. Estaba mojado, tenía frío y no veía nada. Los brazos le estaban empezando a temblar. Una voz interna le preguntó: “¿Estás dispuesto a seguir?” El joven inspiró profundamente y, aunque nadie le podía oír allí, gritó con todo el poder de sus pulmones “¡Sí!”. Apoyado por la energía de su propio grito empezó a actuar antes de que empezara la tormenta. Por la noche, sin ver absolutamente nada subía al mástil para recoger la vela. Casi se cae varias veces pero al final lo consiguió. Arriba del todo empezó a oír las voces otra vez: “¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? ¿Por qué quieres entrar entre nosotros?” Él no sabía de dónde venían esas voces y preguntas, pero tenía las respuestas dentro de sí mismo. El fuego interno le ayudaba.

La tormenta empezó. No era una de las que conocía de la tierra. Esta era una tormenta marina, con el poder de mover todos los elementos que él conocía. El único sitio donde se podía proteger de la lluvia y el viento era una esquina del barco tapada con un toldo. Ahí fue donde escribió una nota en un trozo de papel. ¿Para quién? Él mismo no lo sabía. Pero era un testamento de su resolución de ser libre, de entrar en la mar y conocer mundos nuevos.

Él sabía que no podía estar todo el tiempo ahí, escondido. Alguien tenía que seguir dirigiendo el barco. Por eso se levantó y fue hacia el timón. La tormenta era tan fuerte que le resultó casi imposible caminar. La lluvia le picaba como mil espadas y el viento casi le hizo caer. El ruido que producían las olas, rompiéndose unas contra otras, le hacía daño en los oídos. Pero él aguantó. Era extraño porque incluso con ese ruido, dentro de su cabeza oía voces que nunca había oído. Al mismo momento notaba casi como si le diera apoyo un brazo desconocido. Al final logró agarrar el timón y empezó a navegar el barco a través de las olas. Así era más fácil y él empezó a notar que estaba ganando más control sobre la mar. La tormenta era cada vez más débil y al final desapareció por completo. No sabía cuánto tiempo había durado esa lucha. Quizás toda la noche.

Él seguía navegando en la misma dirección, hacia la estrella más brillante de todo el cielo
nocturno. Estaba cansado, los ojos se le empezaron a cerrar y notaba como el cuerpo se le
estaba relajando, entrando lentamente en el reino de Hypnos. Pero algo le despertó. Era un calor sorprendente que producían los primeros rayos del sol. Abrió los ojos solo para quedarse medio ciego por la fuerza del sol. Cuando se le aclaró la vista, no podía creer lo que le estaban diciendo sus propios ojos. Entre los rayos de sol y las olas de la mar vislumbró algo que se parecía a un barco. Después de cada parpadeo de sus ojos aparecían más y más barcos en el horizonte. Sus mástiles, brillando en los rayos de sol, parecían espadas apuntadas hacia él. Pero aquellas espadas no daban miedo, al contrario,
le llamaban como si estuvieran diciendo: “Ven. Te estamos esperando. Únete a nosotros.
Somos libres. Marineros que navegan por la mar sin miedo.” En ese momento el marinero joven sabía que se había convertido en uno de ellos. Ya no era el marinero de antes. Se había transformado. Ahora era un marinero libre. Hermanas y hermanos, ahora era masón.

Vates

1 Comentario

  1. HH. Escuchemos ese sonido en silencio…. es la cadencia fraternal de las olas que nos invitan a un trabajo cerca del mar…. allí.
    Ygelia

    Responder

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