El trece de octubre de 2009 se cumplen 100 años del fusilamiento de Francisco Ferrer i Guardia, masón, librepensador, ácrata y pedagogo.
«Su crimen es el de ser republicano, socialista, librepensador; su crimen es haber creado la enseñanza laica en Barcelona, instruido a millares de niños en la moral independiente, su crimen es haber fundado escuelas»– dijo tras su asesinato Anatole France.
Defensor de la co-educación, el laicismo y la libertad se convirtió en pedagogo para que la Humanidad progresara. No dejó escritos fundacionales pero su voluntad y esfuerzos se vieron plasmados en la Escuela Moderna. Lorenzo Portet, uno de sus biógrafos y amigo ,expuso en su obra “La Escuela Moderna” su ideario y objetivos, haciendo una síntesis del movimiento pedagógico iniciado por Ferrer. Decía:
“¿Qué es la Escuela Moderna?
Es la continuación de la eterna lucha de la luz contra las tinieblas, de la evolución contra el estacionamiento, de los esclavos contra los señores, de los siervos contra el feudalismo, de la libertad contra el privilegio, de la razón contra el dogma, de la verdad contra la superstición, de lo que no es y debería ser, contra lo que es y no debería existir, de la vida contra la muerte, del hombre-realidad contra el dios-ficción”
Toda Europa fue un clamor en defensa del pedagogo: se organizaron manifestaciones, se presionó al Rey y al Gobierno. En España, la sociedad le dio la espalda, solo se levantaron voces desde el movimiento anarquista, algunos miembros de Partido Radical de Lerroux y la Masonería. El temor a los anarquistas (que en aquel tiempo eran una fuerza considerable), el miedo al movimiento pedagógico agnóstico y considerar que Ferrer era un enemigo del sistema burgués, sumaban varios factores que impedían que la injusta sentencia a Ferrer se considerase un caso de vergüenza nacional. Algunos veían semejanzas con el caso Dreyfus en Francia pero lo que allí fue un escándalo que movilizó a la clase intelectual, aquí generó silencio y complicidad.
Jimenez Landi, miembro de la Institución Libre de Enseñanza, redactor del libro fundamental para su conocimiento, me contó hace años que Luís Simarro, uno de los pocos miembros de la primera generación de institucionistas que eran masones, rogó a Giner de los Rios y Manuel B. Cossio que intercedieran por Ferrer. Llegó incluso a ofrecer hacer a la Institución heredera universal de todos sus bienes. Estos se negaron por oponerse a mezclar la Institución con la política. La reforma que defendía la Institución Libre de Enseñanza era de arriba abajo, mantener una buena relación con el Poder y el Estado era fundamental. Igual que ellos casi toda España miró para otro lado, se lavo las manos. Ferrer, para ellos, era un radical antiburgués y defenderle era ir contra el poder establecido, lo que la sociedad bienpensante consideraba los pilares del Estado: el Rey, el Ejercito y la Iglesia.
A las 9 de la mañana del 13 de octubre de 1909, después de un juicio militar, injusto y cruel, sus bienes expropiados y su escuela cerrada, fue fusilado en el foso de Santa Amalia de la prisión del Montjuïc, el masón Francisco Ferrer i Guardia, nombre simbólico Cero.
Se recomienda la lectura de la intervención de Melquiades Álvarez en las Cortes en la que califició, lisa y llanamente, de crimen de estado el asesinato de Ferrer al tiempo que desmontó punto por punto los argumentos de la sentencia en Girón Garrote, José:
Melquiades Álvarez, Antología de Discursos. Ed. Junta General del Principado de Asturias, Oviedo, 2001, 381 págs. ISBN: 84-86804-67-1.