Da un poco de “cosa” ver en estos días a Grandes Maestros y Maestras, pasados y presentes de todo tipo de Obediencias, salir del armario para comentar entusiasmados en los más diversos medios de comunicación el último libro de Dan Brown y su relación con el universo simbólico de la masonería.
El otro día un afamado masonólogo, de esos que no les hace falta para nada publicitar sus conocimientos, comentaba molesto que le habían invitado a un debate televisivo sobre el tema, a sabiendas que no había leído el libro y que no tenía ningún interés en hacerlo próximamente; les daba igual, el asunto mediático era otro y para ellos, los periodistas, la masonería de oropel, la de los grandes secretos por fin iba a desvelar a través de ese arcano literario, sus profundos misterios.
El libro es malo y lo digo con conocimiento de causa: no pasará ni él ni su autor a los anales de la gran literatura pero eso si, tiene una gran virtud: Dan Brown está reconocido como uno de los grandes autores de best-sellers actuales y vende grandes cantidades de libros, millones de ejemplares. A buen seguro las webs, blogs y demás parafernalia masónica que pulula por la red se van a ver frecuentados por “buscadores de conocimiento”, profanas y profanos animados a realizar viajes iniciáticos después de la lectura del libro en cuestión.
Todos los que estamos en esto, por experiencias anteriores, sabemos lo que puede dar de si esa cantera, pero muchos buscan vincularse al fenómeno mediático de “El Símbolo perdido”, por lo que pueda pasar.
Nuestra cultura, nuestra filosofía y nuestra acción se merecen otros ámbitos de actuación, otras maneras de comunicar. Estoy convencido de que ese es el camino para encontrar las buenas piedras.
Aunque ajeno a la Orden, estoy de acuerdo con el comentario de adriano.