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«Según el último informe de las Naciones Unidas sobre cambio climático, la temperatura del mundo podría subir tres grados, y ese es un escenario medio: podría ser más. Equivale a regresar a la Tierra de hace tres millones de años y a perder entre el 30 y el 70% de las formas de vida. Un punto de no retorno al que llegaremos si antes de 9 años no trazamos un plan mundial y lo seguimos sin cometer ni un solo error».
El economista estadounidense Jeremy Rifkin, opina que presenciamos el ocaso de una revolución industrial cimentada en los combustibles fósiles y plantea una solución realmente imaginativa: crear una red de energías renovables que imite el funcionamiento de internet.
La novedad de su planteamiento consiste en la posibilidad de crear una trama de productores-consumidores en la que cada edificio, fábrica o casa se convierta en un generador descentralizado de energía.
Rifkin cree que la integración en una red eléctrica de la energía generada por millones de edificios con sus propios molinos de viento, placas solares y mecanismos para aprovechar el calor de la tierra y la biomasa de los residuos, sería capaz de una potencia jamás alcanzable. Este sisteme se basa en la cooperación de tal forma que aquel que genere más energía de la que consume la podra compartir, al igual que se comparten los recursos entre los internautas.
En la actualidad existen ya edificios como los que Rifkin plantea, concretamente en Aragón opera una fábrica de General Motors, que por otra parte ha puesto en marcha la planta de energía solar más grande del mundo.
La idea del Rifkin es que en 2050, todas las construcciones deberán aprovechar la energía que se genera alrededor de ellas, almacenarla en forma de hidrógeno –como el formato digital almacena la información en Internet– y compartir los excedentes mediante redes inteligentes de energía.
Este economista piensa que el dinero que sería necesario invertir en este tipo de red daría pronto frutos, plantea que en estos momentos se está gastando mucho en salvar un modelo económico caduco. Por eso su recomendación es gastar lo justo para no colapasar la economía, pero fundamentalmente invertir en modelos economicos nuevos y sostenibles.
El nuevo modelo que el defiende debería estar basado en la colaboración de todos los países sin excepción. Para él se trata de convertir la crisis actual en todos sus ámbitos: financiera, climática y energética en una oportunidad para construir un modelo económico sostenible y solidario. Un sistema económico que además supondría un impacto cultural de primera magnitud, pues daría el poder a las personas y no a las élites, un modelo que supondría una profundización en la democracia económica, y por tanto política, y que además pondría a muchos países hoy emergentes en plano de igualdad con las grandes economías actuales.
Siguiendo la línea de pensamiento de Rifkin añadiría que uno de los mayores problemas que enfrenta nuestra civilización es el de compartir correctamente los recursos del Planeta. Un compartir que debe entenderse, no como una caridad, sino como la participación, utilización o disfrute de los recursos sin implicación de propiedad particular, sino como uso mutuo. Simplemente compartir aquello que el planeta nos ofrece para el bienestar de toda la humanidad. Este correcto copartir sería el mayor paso hacia las correctas relaciones humanas, o como decimos en Masonería hacia la Igualda, la Libertad y la Fraternidad.
Pítágoras dijo a sus discípulos que la raíz de la justicia era «aquella a través de la cual todos los hombres podrían llamar a una misma cosa, mía y tuya».
Desde un punto de vista global, todos los recursos, todas las tierras y todos los esfuerzos y logros humanos pertenecen a la humanidad. El trabajo es pues construir un nuevo orden mundial en que los recursos materiales e intelectuales no pertenecezcan a una nación concreta, sino que se compartan según las necesidades de cada nación y sus propios recursos internos.
Quizás el compartir como opuesto al dar y recibir pueda comprenderse con mayor claridad a la luz de un dicho Sufí que dice «un hombre posee solamente aquellas cosas que no pueden ser perdidas ni siquiera en un naufragio». Esto elimina casi todo. El tomarlo en cuenta hace que cada uno deba volver a examinar el ejercicio y hasta la idea de la propiedad privada.
Pero para llegar a esta visión global del planeta debemos luchar contra unas viejas costumbres que tienen arraigados en la Humanidad los espejismos del codicia y temor. Costumbres basadas además en un deseo de posesión y que debería se sustituido por la responsabilidad de custidodiar. Volveriamos aquí a plantear la importancia de la educación, a la necesidad de enseñar a los niños en la necesidad de compartir para una libre circulación de todas las cosas esenciales, sería este el comienzo para establecer un nuevo orden de valores.
Es nuestro trabajo personal reajustar nuestra actitud de posesión y propiedad y sustituirlo por los conceptos de confianza y custodia, en la medida en que seamos capaces de hacerlo, seremos útiles para la solución del problema planetario. Cuando reconozcamos que todos los recursos pertenecen temporalmente a quienes tienen necesidad de ellos en un momento dado, el flujo circulatorio de la naturaleza podrá distribuir las riquezas entre toda la humanidad sin el impedimento del egoísmo y la sed de posesión individual. Desde el punto de vista de Una Humanidad la justicia de compartir la riqueza y los recursos de la tierra es la idea y práctica más razonable.
Masonería Mixta Internacional

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