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Uno que ya tiene sus años y que por tanto recibió una educación católica en la que casi todo era pecado, que para más inri se pasó algún tiempo en el seminario lo que le permite hablar de algunas cuestiones con un cierto conocimiento de causa, no deja de sorprenderse entre lo que se dice que se debe hacer y lo que se hace. Cada vez que la jerarquía católica abre la boca es para echar por tierra todos los principios sobre los que fundamenta su religión, ni tan siquiera el máximo mandatario de esa iglesia que se dice verdadera -todas son las verdaderas lo que nos lleva forzosamente a concluir que o bien son la misma o que todas mienten descaradamente- es capaz de no caer en un pecado tan deleznable como es la mentira.

Además de mentir, tan repetidamente lo hacen que esta gente parecen tener como máximo maestro a aquel dirigente nazi que no tuvo el menor empacho en dejar sentada la doctrina de: miente tanto como sea necesario para que al final esa mentira sea considerada una verdad, no tienen ni la menor educación y no dudan en insultar a su anfitrión -al que la visita le cuesta un riñón- con tal de tener contenta a la parroquia más hooligan, la única que les va quedando por cierto.

Miente Benedetto cuando con el mayor descaro habla de anticlericalismo, y además miente a sabiendas de que lo hace pues no es comprensible que desconozca la situación en la que vive, cómodamente, su iglesia en este país supuestamente anticlerical. Subvenciones, exenciones, tratos de favor….. son el pan nuestro de cada día incluso en un momento en el que se recortan gastos sociales un día sí y al siguiente también.

Miente Benedetto, y toda la jerarquía española con él, cuando nos dice a nosotros que soportamos estoicamente la omnímoda presencia de la iglesia católica en nuestras televisiones públicas, cuando asistimos impávidos a que miembros de nuestras fuerzas de seguridad sirvan de escolta a sus manifestaciones, sí a eso que ellos llaman procesiones pero que no son más que el constitucional derecho a manifestarse que tenemos todos,  aunque a ellos no se les exija pasar por la ventanilla de la Delegación de Gobierno de turno para que les aprueben el recorrido, la fecha y la hora; cuando tenemos que sufragar los gastos de adoctrinamiento en nuestras escuelas públicas o cuando dedicamos ingentes cantidades de dinero a costear unos conciertos educativos que ya no tienen el menor sentido.

Tanto miente Benedetto que uno, que se educó en esa religión en la que todo era pecado, comienza a pensar que hay que ser muy imbécil para seguir creyendo que lo que para unos es pecado para otros es algo lícito y permitido. Debe ser que todo eso no es más que un intento para tener amedrentados a los espíritus débiles porque los otros, los fuertes ya saben que eso, el pecado, no existe y que por tanto se puede explotar al prójimo, pisotear los derechos más elementales, mancillar la inocencia…………….. porque no pasa nada, el premio no está en el más allá sino aquí, ahora, pero para el que lo coja primero. Por eso Benedetto ha venido a este país a insultar nuestra inteligencia pensando que todavía nos íbamos a creer sus patrañas. Sí Benedetto sí, somos anticlericales pero no por lo que tú te crees sino porque estamos hartos de que nos mientas y nos tomes por imbéciles.

Pero gracias a todo esto Benedetto, hemos aprendido una cosa: mentir no es pecado, es simplemente no tener el más elemental sentido de la decencia.

He dicho

Spartacus

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