Desde que el ser humano tiene conciencia de sí mismo ha tenido la necesidad de explicar todo lo que le rodea. Además el ser humano como ser social por naturaleza con un sentimiento de grupo muy grande. Estas dos grandes razones unidas al sentimiento de universalidad (también inherente al su ser)  han dado lugar a la creación de multitud de ceremonias, ritos, mitos, leyendas…

Padres y abuelos que intentaron explicar a sus hijos y nietos porque sale el sol todos los días o porque a veces cae agua del cielo, incluso a donde vamos cuando cerramos los ojos para siempre, han encontrando en los cuentos la forma más fácil de dar una respuesta. ¿Qué es más bonito de contar y fácil de entender por un niño? Una fábula adornada o la cruda realidad (que la mayor parte de las veces ni siquiera se conoce). Y me atrevería a dar una razón más: por algún motivo es raro que el hombre admita que no sabe de algo y prefiere inventarse una respuesta. Desde algo tan extraordinario como el origen del universo hasta cuestiones tan cotidianas como el nacimiento o la muerte se han explicado con diversas leyendas con temáticas de lo más variado y a la vez con un trasfondo común dependiendo de su procedencia.
De la misma manera, el ser humano que siempre ha vivido en sociedad tiene que adaptarse a una serie de normas para hacer que la convivencia sea lo más llevadera posible. Y como bien sabemos es difícil ponerle barreras a su espíritu rebelde y curioso. La mejor manera de hacerle cumplir unas normas que para algunos son una coacción a su libertad y para otros son sencillamente incomprensibles, es ocultándolas detrás de una historia con un héroe con el que se pueda identificar y sabiendo que si las cumple logrará algún tipo de recompensa. Nos encontramos con cuestiones tan variadas como el destino, el karma, el cielo…
El sentimiento de universalidad no es una razón menos valiosa ya que al  ser humano siempre le ha gustado ser recordado. Es muy difícil pensar que nos vamos sin dejar nada. De generación en generación el hombre ha querido dejar su granito de arena. Así, en las familias, tribus, pueblos, civilizaciones… nos encontramos con diversas aportaciones a la tradición popular que vienen de muy atrás. Además el sentimiento de pertenecer a un grupo le hace ir más allá creando símbolos que hacen que se unan el presente con el pasado y el futuro de infinidad de generaciones. Así cuando vemos un búho todos pensamos en la sabiduría, si vemos una media luna en el pueblo musulmán, y ni que hablar de nuestros queridos escuadra y compás.
Todo esto es debido al carácter espiritual del ser humano En general la personas siempre se han planteado su existencia y el porqué de las cosas. Siempre les ha gustado preocuparse por algo más que pasar por la vida. Unos necesitan racionalizarlo más y sencillamente interiorizar sus pensamientos, estudiar las tradiciones, respetar a los demás pero hay en el otro extremo hay personas que necesitan de esa presencia sobrehumana para sobrellevar la dura tarea de la vida. Aunque son posturas diferentes, parten de un mismo hecho por lo que todas son válidas. Pero, claro está, no se contaba con otra faceta del ser humano, aunque es cierto que es un ser espiritual también es egocéntrico y egoísta. Y durante demasiado tiempo muchas personas han utilizado esta “debilidad” humana para su propio beneficio. Todas estas tradiciones, leyendas, normas pasaron a utilizarse para amedrentar, esclavizar. ¿Cuál fue la mejor vía? ¡El miedo! No hay nada peor para el hombre que privarle de su condición humana de su libertad de pensamiento. Es paradójico que algo tan íntimo del ser humano se haya institucionalizado de tal forma que haya perdido sus valores primigenios y se haya convertido en una verdadera traba para el desarrollo de las cualidades humanas incluso de la evolución de las civilizaciones.
 
El humano debe pensar por sí mismo, así podrá alcanzar su verdadero estado de libertad y felicidad.

Camelot

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