No es infrecuente que se nos pregunte cuales son las condiciones que una candidata/o deben cumplir para entrar en masonería y nuestra respuesta es invariablemente la misma: ser una persona libre y de  buenas costumbres. La fórmula, ancestral y repetida hasta la saciedad, suele dejar al profano un tanto boquiabierto y a la espera de que por nuestra parte se amplíe la respuesta aunque bien es cierto que casi nunca vamos más allá, así nuestro/a interlocutor/a siguen perplejos ante una respuesta ambigua donde las haya.


La verdad es que la fórmula se las trae, en el siglo XVIII lo de las buenas costumbres debería ser algo bastante claro, sobre todo en la patria de Anderson, aparentemente padre de la fórmula, aunque bien es cierto que el paso del tiempo la ha convertido en algo de explicación tan abierta que casi podría decirse que, dado que en la actualidad las costumbres varían de un país a otro -casi de una sociedad a otra-, o cualquiera podría entrar o nadie podría ser recibido. No sería menos cierto afirmar que, quizá, alguien que fuese rechazado en, por ejemplo, Rumanía podría ser aceptado sin el menor problema, seguimos con el ejemplo, en Argentina.

Es evidente que no podemos movernos al albur de solicitar la entrada en una logia sita en un país más o menos permisivo en cuanto a lo de las costumbres y por tanto debemos tratar de buscar qué se esconde tras una fórmula que viene dando excelentes resultados desde hace más de tresciento años. 

La respuesta es, en mi opinión, bastante simple y se resume en traducir «buenas costumbres» por honestidad con lo que la fórmula quedaría en ser «libre y honesto consigo mismo». 

Ahora bien ¿basta simplemente con esto?¿es admisible en todos los casos? Yo entiendo que no, la honestidad para con un mismo debe ser medida en función de unos parámetros que se encuentren dentro de unos límites éticamente admisibles y desde una concepción ética que pueda ser mensurable. En nuestro caso el respeto a lo que conocemos como Derechos Humanos parece ser el perfecto nivel que nos permitirá evaluar a todos con parámetros homogéneos y que además casan perfectamente con lo que entendemos es la obra de la masonería, la consecución de una sociedad más libre, igualitaria y fraterna.

Probablemente lo anterior convierta en algo menos críptico la cuestión de «las buenas costumbres», aclare quien podría traspasar la puerta,  quien se puede quedar ante ella o, seguramente más importante, sin ganas de llamar.


He dicho

Masonería Mixta Internacional

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