Fotos W. Eugene Smith

Los masones trabajamos en nuestra piedra bruta, reflexionamos sobre cómo ser mejores y llevar a cabo esas mejoras afuera del Taller. Tenemos diversas herramientas que nos sirven para ello y sobre las que reflexionamos dándoles sentidos simbólicos y buscando continuamente ir más allá en su uso, ganando en habilidad en ese camino que nos lleva a intentar ser un poco o un mucho un “benefactor de la humanidad.” Dicho sea con toda la modestia que tan gran intención encierra esta fórmula.

Y en esa tarea, y en la de encontrar un referente que me sirviera de ejemplo o modelo, se me cruzó la idea de que no tenía porqué ser un personaje de carne y hueso, podría ser también una característica que todos pudiéramos tener, si es que queremos, y además fuese apreciada universalmente. A veces. No sería ya el ser “benefactor” cuestión de una inteligencia o una habilidad o valor personal excepcional, sino de algo que estuviese al alcance de cualquiera, desde el más ilustre al más sencillo de los hombres, y que además estableciese una clara distinción entre quienes lo tienen y quienes no lo tienen.

De ese modo pensé en el humor como característica humana por excelencia; que hasta la fecha es una de las formas de ver el mundo más amable que tenemos. Amabilidad que no siempre es compartida, especialmente por los intransigentes y dictadores de todo tipo y pelaje.

El humor es una forma de ver la realidad en que lo risueño, lo absurdo o lo ridículo rompe la línea de la historia esperada; dándonos una interpretación de aquélla que nos obliga a aceptar la alternativa inesperada por nuestra lógica discursiva. En cierta manera nos propone otra interpretación simbólica de lo evidente. Algo que los M.·. conocemos tan bien.

Con el humor escapamos de la preocupación, nos enfrentamos a nuestras deficiencias sin sentirnos atacados, afrontamos los problemas con una energía renovada o ponemos en su sitio al prepotente y al soberbio. Saber usar el humor protege y hace inatacable a quien lo posee.

Decir de alguien que es una persona divertida es uno de los mejores halagos que se le pueden hacer, porque en el humor se unen la inteligencia y la bondad, y una pizca de retranca para señalar la tontería sin herir, pero sobre todo sin ser herido uno mismo. Porque lo que el humor resalta de una situación es casi siempre una verdad incómoda. Ya lo avisaba Willy Wilder: “Si vas a decirle la verdad a la gente, mejor intenta ser un poco divertido o te matarán.”

El humor, y la risa, su consecuencia, se hace aborrecible para la tiranía, e incompatible con ella. No pocos humoristas han sufrido en sus carnes las represiones más duras. Recuerdo aquel jeroglífico de La Codorniz de “¡Arriba Espiña!” y su respuesta al secuestro de la edición con el “… y me importan tres equis que me cierren la edición”. Maravillosa respuesta que condensa en una micro historia toda la estupidez de unos -los dictadores-, y toda la flexibilidad mental de otros -los humoristas-.

El humor es la prueba del nueve para conocer a una persona o un sistema social. Charlot nos lo mostró con El gran dictador. No hubo ni uno, sobre todo pequeño, que no se diese por aludido y todos nos reímos con su impotencia para escapar al ridículo. El humor nos ponía un poco de árnica en el alma.

 

 

En El nombre de la rosa de Eco, el bibliotecario Jorge de Burgos asesinaba a aquellos que leían la obra apócrifa de Aristóteles De la Risa, pues tan aborrecible obra llevaba al hombre a una conducta que le asemejaba a los monos y le alejaba de la magnificencia que “El Creador” había puesto en él, insuflándole un alma inmortal para distinguirlo de los simios. Guillermo de Baskerville desvela el misterio al tiempo que abre otro: ¿cómo, si la risa nos hace humanos, es tan temida por algunos? ¿Será porque el humor nos hace libres, rompe el dogma, tritura las rigideces de las creencias y nos muestra sus límites? Si es así, y bien pudiera serlo, se entiende que los intransigentes de todo tipo vean en el humor la más peligrosa actitud contra la que sus coacciones se muestran impotentes.

Y ahora parafraseo, plagio y ¿malinterpreto? a un H.·. en el párrafo final de su post La Antimasonería masónica, en el blog Masonería mixta, ya que quiero darle el sentido de que el humor es propio de “seres humanos con criterio propio, librepensadores […] hombres y mujeres tolerantes, reflexivos e independientes. Porque lo que más teme un dictador, ya sea espiritual o político, es a un ser humano libre”.

Por ello, cuánto mejor no harían los “Jorge de Burgos” que pululan a nuestro alrededor en tomarse la vida con un poco más de tranquilad y seguir el principio de “vivir y dejar vivir”, sin tener que andar tras quienes quieren disfrutar de un Aristóteles menos sesudo de lo que es admisible por la ortodoxia; cuánto mejor no harían en seguir el irónico consejo del “autobús ateo”: «Probablemente Dios no existe. Despreocúpate y disfruta de la vida».

Ricardo.

Masonería Mixta Internacional

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