Eugenio Trias (31 de agosto de 1942 – 10 de febrero de 2013 )
tiempo», tal es el tema relativo al reconocimiento de la alteridad. Alteridad sexual, étnica, cultural, mental. No es un tema estrictamente cultural, o de interés, exclusivo en el debate intelectual. Es un tema político de primer orden. 0 se orienta la atención y el ánimo hacia ese reconocimiento, o los viejos demonios del exclusivismo, bajo forma etnocéntrica y racista, devorarán todo posible horizonte de entendimiento entre los hombres. Pero reconocer la alteridad no es nada fácil. Y el primer paso para lograr ese reconocimiento consiste, pura y simplemente, en el conocimiento del otro. Si el «otro» es, por ejemplo, una determinada tradición cultural, o religiosa, o literaria, ese conocimiento exige, en gran medida, poner entre paréntesis muchos de los conceptos a través de los cuales hemos ido determinando nuestra propia identidad. Un sano relativismo cultural y una conciencia crítica de relaciona los propios presupuestos culturales constituye el necesario prólogo para la comprensión de lo ajeno. Pero así mismo, a partir de ese conocimiento y reconocimiento de lo ajeno, puede ser posible también volver a contemplar, con ojos distintos, nuestro propio mundo de cultura, nuestras propias sociedades, nuestra historia. Todo ello significa evitar a toda costa. el gran vicio de nuestras tradiciones humanísticas, que consistió, quizás ya desde la Edad Media y el Renacimiento, en universalizar lo específico de nuestra cultura cristiana y occidental, convirtiéndolo en el patrón desde, el cual se ordenaban y jerarquizaban (por ejemplo, a partir del siglo XIX, a través de pautas evolucionistas o historicistas) las distintas culturas y civilizaciones. Sólo desde ese relativismo metodológico, siempre alerta y vigilante en relación al vicio eurocéntrico, o a toda universalización falaz de pautas morales, políticas o culturales de nuestro mundo occidental a otras culturas y a otras mentalidades, sería posible avanzar poco a poco, hacia una verdadera universalidad, hacia un concepto verdaderamente ecuménico de lo humano.
Excelente presentación del relativismo cultural, del muy sano relativismo, como subraya el texto. fernando
Es bastante razonable, pero afirmaciones categóricas como «toda universalización falaz de pautas morales, políticas o culturales de nuestro mundo occidental a otras culturas» le hacen perder la razón, al menos por lo que a mi respecta. La mayoría, si no todos, de los que aquí leemos si que creemos en la universalidad de los Derechos Humanos, la dignidad de los desfavorecidos, la igualdad entre sexos… Conceptos que son propios de nuestra cultura (y de otras), y lamentablemente ausentes en otras tantas, como las noticias nos señalan cada día.
Es cierto que hay que intentar no hacer de «bwana» por el mundo y despreciar costumbres ajenas sólo por el hecho de no ser las nuestras, pero no todas las cuestiones culturales o morales son relativizables. Creo que es flaco favor dar un valor igual a todas las culturas o ideas, independientemente de si vienen de la razón y la democracia o de si vienen de la opresión y el fanatismo. No todas las opiniones son iguales, me temo.
Como en todo, hay que buscar un término intermedio. Ni bautizar a punta de espada ni dar por buena cualquier costumbre por el mero hecho de pertenecer a otro grupo.
Está claro que hay una base de derechos irrenunciables pero también que hay que buscar «al otro» y encontrarse. Un humanismo desde la diferencia y no desde la uniformidad.
Totalmente de acuerdo contigo. Pero eso no es lo que dice Trias en ese texto.
Entiendo que el final del texto indica el motivo básico del pensamiento que quiere trasmitir Trías, cuando dice que «Sólo desde ese relativismo metodológico, siempre alerta y vigilante en relación al vicio eurocéntrico, o a toda universalización falaz de pautas morales, políticas o culturales de nuestro mundo occidental a otras culturas… » Lo que para mí implica que previamente da por sentado que hay principios innegociables, como es el de la igualdad de ambos sexos o la libertad de pensamiento. Si no fuese así no estaría leyendo a Trías sino a Sanchez Dragó.