Últimamente me está dando por mirar hacia adentro, empieza a ser como una manía, además me preocupan cosas que en otro tiempo me parecieron banales, poco prácticas, que nos ralentizaban, como si únicamente lo práctico -por cierto ¿qué es lo práctico?, igual algún día podríamos hablar de ello-, lo inmediato, lo dicho y hecho fueran lo importante. Hay quienes se quejan de la falta de acción y yo cada día más «pa dentro», me importa lo de adentro quizás porque no soy capaz de entender lo de afuera y así con cada mirada al interior me voy liberando.

Durante algún tiempo consideré fútil dedicar el tiempo al ritual, realmente me parecía algo casi como asistir a misa de doce los domingos. Después, y poco a poco, comencé a descubrir la razón de ser de esa extraña herramienta hecha a base de preguntas y respuestas, recorridos marcados y exactos, silencios, pausas, música y el tiempo que siempre transcurre entre el mediodía y la medianoche, siempre dura doce horas, magia, silencio, verbo, al orden, siempre al orden.

Hubo otro tiempo en el que no entendía la necesidad del silencio, creía que la palabra era un derecho al que nos habíamos hecho acreedores desde el mismo momento de la iniciación. Cuan equivocados estábamos todos, quienes nos enseñaban y quienes creíamos que aprendíamos. Pasó el tiempo y entendí el valor del silencio pero al mismo tiempo entendí el valor de la palabra. El verbo es trabajo, exige disciplina, hay que ser y no estar. Estudio, reflexión, silencio, verbo. Reposo, acción, reflexión.

Ser y estar, se puede estar y no ser y ¿se puede ser y no estar? quizás, difícil, imposible seguramente. Pero volvamos al ser y al estar. Una silla está ahí, un mueble, un utensilio, sirven pero no aportan; cumplen una función pero no dan, son prescindibles, intercambiables, sustituibles. Quien es, aporta, da, intercambia, te enriquece y se enriquece, se compromete no se usa.

Volvamos al ser y al no estar. ¿Será posible? No existe eso que algunos llaman «masones sin mandil», al menos eso pienso yo, y aunque el hábito no haga al monje es condición indispensable usar mandil porque eso es lo que se nos pone en la cintura el día de nuestra iniciación y solamente quien se ha iniciado puede considerarse franc-masón. Gentes buenas habrá -ni tenemos la exclusiva de la bondad y ni tan siquiera la garantía de que entre nosotros todo es bueno-, hasta que cumplan con creces nuestra manera de entender la vida, las relaciones, incluso más allá de quienes entre nosotros simplemente están y ya no son, porque no han sido capaces de entender el mensaje o porque han pensado que el camino debiera ser más de otra manera, pero carecen de lo fundamental, aquello que se interioriza en el proceso de transmutación, justamente cuando se recibe la luz.

1 Comentario

  1. Largo camino espera hacia adentro, pero recordatorios como este magnífico texto nos empuja a entreabrir la puerta del viaje interor. Camino del ser cuando creíamos q éramos, camino en el q hay q estar. Agradecido QH

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