Si está fuera de toda duda que la iniciación es un renacimiento ¿cual es la razón que nos impide acercarnos a determinadas cuestiones desde una perspectiva nueva nacida precisamente de ese hecho?
Dejemos, por una vez, la razón a un lado y adentrémonos en ignotos paisajes dejándonos llevar de la mano de la sinrazón. Esperemos que la magia surja. Comulguemos.
Seamos fraternos hasta el extremo de entender la postura más opuesta a nosotros y pongamos atención, vayamos más allá de las palabras, acerquémonos a los sentimientos, pongamos más atención a lo que se quiere decir que a las palabras con que se dice. Aprendamos, siempre, de cualquiera de quienes nos acompañan.
Asumamos que nos encontramos en un lugar especial, no porque lo sea «per se» sino porque lo hemos convertido en ese algo especial en un momento determinado de la ceremonia, en ese momento en que la Luz se hace para todos y por encima de la razón. La Luz viene por la fuerza y el convencimiento de quienes allí estamos en ese momento para que sea algo más que una cuestión física.
Dejemos a la puerta nuestros saberes, nuestras convenciones. Dispongámonos a ejecutar la magia que nos convierte en iguales entre iguales, hermanas/hermanos entre hermanos/hermanas, seres libres entre seres libres.
Desnudos de nuestros convencionalismos, de nuestros saberes y no saberes -cuanto de estos y cuan poco de aquellos-, de nuestros metales tan pesados ……. renazcamos, revivamos una y otra vez el momento de la iniciación, veamos la Luz igual que la vimos la primera vez. Seamos. Sintamos. Dejémonos ir. El Egregoroi nos inundará.
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