Querida hermana, querido hermano, hoy, la Cámara de compañeros os ha recibido y todos nos felicitamos por ello. Habéis trabajado bien en vuestro tiempo de aprendices, los Maestros juzgan justo y perfecto vuestro aumento de salario y los Compañeros no se oponen al mismo.
Junto con las herramientas ya conocidas se os han entregado otras nuevas, se os considera ya lo suficientemente hábiles como para que empleéis las que identifican y son propias del masón. Y como símbolo de esa habilidad adquirida se os ha bajado el peto del mandil.
“La recepción en este grado de compañero es un momento muy importante en la vida masónica. Sin embargo, su importancia parece borrada por la estructuración de la Masonería Azul en tres grados. Muy a menudo tenemos tendencia a considerar este grado como una etapa, una transición hacia el grado de Maestro…” (Viajes… Willekens, Thérèse. FMD, Madrid, 2011).
Si es cierto que cada etapa es transición hacia otra, eso no significa que la de Compañero sea menos importante que la de Maestro o más que la de Aprendiz. Cada una tiene su modo y su tiempo, y de trabajar adecuadamente en cada una de ellas se saca una enseñanza útil para el camino.
Porque camino es lo que continuáis ahora; pues si como aprendices habéis mirado en vuestro interior –y nunca dejaréis de hacerlo-, ahora se os pide que os abráis al exterior, que salgáis fuera; que conozcáis y compartáis vuestras experiencias con todo el Taller.
En otros momentos de la masonería, a los compañeros se les casi expulsaba del taller y no se les admitía de vuelta hasta que habían completado sus viajes y podían explicar qué habían visto y aprendido. No os preocupéis, no es lo que se lleva ahora en este taller y podréis volver en la próxima ocasión.
Pero volváis o hagáis vuestro periplo sin pisar la logia madre, no olvidéis la invocación que se hace al cierre de nuestros trabajos: “Hermanas y Hermanos, sin abandonar sus obligaciones diarias, los Francmasones y las Francmasonas, reunidos en sus Templos, exploran juntos el vasto dominio del pensamiento, de la acción y del Amor Universal.” (Ritual del DH del 1º Grado del REAA).
Esa “exploración juntos”, con las herramientas recién recibidas y los viajes simbólicos hechos os invita a cumplir el ideal de conocer cuánto nos rodea, del explorar el universo en esa aventura que se llama ciencia y que para los filósofos griegos era Una y Única. Pues si se interrogaban sobre el ser humano no olvidaban preguntarse “sobre lo que sucede más allá de donde alcanza la vista, tanto en la inmensidad del cosmos como en el interior de la materia.” (Destejiendo el arco iris, Dawkins, Richard. Tusquets. Barcelona, 2000).
Y a los masones, y especialmente al compañero que viaja y busca más allá de su experiencia inmediata, nos toca romper esa “escisión entre humanismo y ciencia” y unir lo disperso, restableciendo los puentes rotos entre ambos por una mala aplicación del dualismo cartesiano.
El primer viaje ha sido el cambio de columna, los otros, los simbólicos, que os han llevado por los sentidos, las artes, las ciencias, las personas y el trabajo os señalan que en ninguno, aisladamente, se encuentra todo el conocimiento, y es el trabajo del masón ordenar ese caos en un todo armónico que dé sentido global a nuestra máxima aspiración: el progreso de la humanidad.
He dicho, V.M.
Ricardo Fernández.
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