A lo largo del proceso de ingreso en una Obediencia masónica la persona inmersa en él es preguntada en diversas ocasiones sobre las razones que la pueden haber llevado a dar ese paso, o sobre lo que piensa que puede encontrar en la masonería. Las respuestas pueden ser de lo más variopintas y en muy pocas ocasiones ajustadas a la realidad de lo que la masonería puede llegar a ofrecer a quienes llaman a su puerta y consiguen franquearla.
Llegado el momento culminante del proceso, cuando se va a producir la iniciación, él o la candidata sigue recibiendo mensaje que si se fija en ellos están dándole pistas de, al menos, lo que no va a encontrar.
Con el paso del tiempo, y tras su recorrido por los diversos grados azules, y en ocasiones incluso una vez ido algo más allá, quien llamó a la puerta con una vaga idea de lo que podría encontrar una vez traspasado el umbral o, lo que no suele ser raro tampoco, con una idea bastante alejada de la realidad acerca de lo que sería su camino masónico, empezará a vislumbrar, a entender y a comprender la realidad de la masonería.
Una realidad centrada en el trabajo interior de manera primordial y que deberá trasladar fuera de una manera cuidadosa ya que su tarea, su aprendizaje, se basa en la construcción, en la utilización de herramientas como la plomada, el nivel, la escuadra o el compás. En ocasiones deberá utilizar la palanca y en otras la llana será la que le permita progresar en el trabajo externo al que dedique sus afanes. Progreso que, por supuesto, siempre estará alejado de cualquier pretensión de medro personal.
Naturalmente que todas esas herramientas no tendrían el menor sentido si fueran utilizadas de manera exclusiva para el trabajo exterior. Nacieron para el trabajo personal y a él deben dedicarse de manera primordial por ser éste el primer trabajo del masón, construir su templo interior. Nada será, desde una óptica masónica, si olvida ésta tarea. El Progreso de la Humanidad se construye a partir del trabajo interior, personal, y si alguna vez olvidamos esto estaremos equivocando el papel de la masonería. Seguramente nuestro propio trabajo masónico.
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