Querida hermana, querido hermano, ya sois compañeros. A las herramientas del aprendiz os han añadido otras: palanca, compás, escuadra, nivel… que os acompañaran toda la vida; y junto a estas herramientas se os ha devuelto una muy poderosa: la palabra.
Palabra que habréis de usar con criterio, con el mismo cuidado con que habéis usado el mallete y el cincel; con la medida que la regla pide para saber a dónde queréis llegar; con la amplitud del compás, generosamente, para mostrar la riqueza de la idea con la palabra justa; con la fuerza de la palanca para remover las conciencias e invitar a actuar.
En la logia usad la palabra como argamasa, pues la piedra mal sujeta hace caer al resto. Pues vuestras palabras apoyarán las de todos. Eduardo Galeano comentó en una ocasión que tenía por norma recurrir sólo a las palabras cuando podían mejorar el silencio. En su caso es sencillo.
Ya sois compañeros y se os ha restituido la palabra. Usadla recordando que ésta es mitad de quien la dice y mitad de quien la escucha. De que no hay nada más sencillo que la incomprensión ni nada más difícil que entenderse en el propio idioma.
Si sois conscientes de ello, sed pacientes; daos tiempo para interiorizar lo escuchado, sentid en vuestro interior sus reflejos. Y si no la compartís intervenid para aportar otra visión, para dar otro enfoque -si se quiere radicalmente distinto, pero sin miedo ni ira-; que sea vuestra palabra una invitación a pensar cuando lo más cómodo sea asentir.
No tengáis miedo a ir contracorriente, a expresar una duda sobre lo que os cuentan -incluso aquí-. Sois librepensadores. Ejerced como tales. Pero también dudad de vuestras certezas. Que la construcción de una humanidad mejor no sea el resultado de un estado de pasiva conformidad, sino una conclusión de opiniones, pues una pared es más sólida cuando se han puesto en ella los mejores materiales, las mejores palabras.
Pero cuidado, la palabra por si sola es palabrería, entonces no nos sirve de nada, por mucha erudición o metáforas que derrochemos. Thérèse Willekens nos aconseja: “Da a las palabras su auténtico significado, las aproximaciones son fuentes de error. Piensa en la escuadra” (Viajes… Willekens, Thérèse. FMD, Madrid, 2011).
Si os atenéis a este principio os sonará cada día más extraño ese hablar artificioso del lenguaje políticamente correcto que pondría los pelos de punta a Unamuno cuando clamaba: “¿Tropezáis con uno que miente?, gritarle a la cara: ¡mentira!, y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que roba?, gritarle: ¡ladrón!, y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que dice tonterías, a quien oye toda una muchedumbre con la boca abierta?, gritarles: ¡estúpidos!, y ¡adelante! ¡Adelante siempre!”
He dicho,
Ricardo Fernández.
— Sin duda , La Palabra, por ser el Verbo Creador Universal, no admite reticencias en cuanto a su poder de dar forma al modelo educativo sólido y prolijamente concebido.-
—Una Palabra que, desciende desde los altos planos de nuestro Yo Superior, trae consigo la voz unísona del Creador Universal o Supremo Arquitecto y por ende, cobra la forma manifestada de lo que, al accionar, construye, edifica, consolida.- Amo esa Palabra que, al oficiar de cincel, va puliendo con la sabia destreza del modelador de consciencias las imperfecciones del espíritu hasta obtener el resultado magnífico de la obra de arte realzada en esplendor.- Palabra que, trae consigo el anhelo ferviente de plasmarse en Obra, en Templo y en Cimiento fortalecedor de Supremas
Columnas.-Porque el Hombre, ha de ser aporte sostenedor para la magnifiscencia de las Grandes Leyes que sostienen los puntales del Edificio Universal.–Eso creo, queridos hermanos y hermanas.-