Los masones decimos que nuestras planchas son piedras para la construcción de una humanidad mejor, que todas valen y tienen su sitio en esa obra. También decimos que cada intervención en el debate es una piedra más para el muro, que cada aportación es para apuntalar la anterior, para añadirle fuerza y belleza a la obra común, que no se trata de quitar la piedra antes puesta sino de sumar. Y sin embargo, y con cada vez más frecuencia, vemos que muchos HH.·. y HHnas.·. inician sus intervenciones felicitando al H.·. o Hna.·. por su plancha, lo que es, en nuestra opinión, un olvido del criterio de discreción que debe caracterizar el trabajo masónico, cuando no con una declaración, en ocasiones hasta empalagosa, de acuerdo con lo dicho; incluso vemos que se inician tímidos aplausos. Y lo observamos en HH.·. con muchos años en masonería u ocupando alguna oficialía en el taller, lo que no deja de sorprendernos y en cierta manera incomodarnos, sea por el halago o por la crítica.
Cierto es que todos tenemos nuestro corazoncito y que nos digan un halago por el trabajo realizado gusta; de igual manera, que si es recibido con frialdad o silencio, sin un mínimo debate, escuece un poquito en la honrilla personal. Pero creemos que si se está en masonería no es para recibir aplausos ni para que te den en la cresta, sino para pulirnos. Por lo que vemos tan poco provechoso que te digan qué brillante es la plancha como que el “silencio reine entre columnas”, sin aportar nada nuevo a la construcción.
Algunos HH.·. y HHnas.·. somos de la opinión de que deberíamos desterrar de nuestras Tenidas cualquier referencia «al excelente trabajo que nos acaba de leer…” Pensamos que cada cual lo hace lo mejor que puede en la medida de sus posibilidades, y tan valiosa es la sencilla lasca que sujeta a una piedra de mayor tamaño como la que corona la bóveda. Ninguna por sí sola es el edificio.
Además, ¿qué pasa o qué situación se crea cuando se halaga, a veces de forma exagerada, una plancha y a la siguiente se la ningunea sin la más mínima intervención? ¿Qué pasa cuando varios alaban una plancha porque creen que es muy fraternal eso, y hay un posterior interviniente, que siguiendo el criterio de añadir y no halagar el ego de nadie, va directo a aportar su piedra sin decir “lo maravilloso” que ha sido el trabajo presentado? ¿Se sentirá mal el “no halagado” con ese H.·.? ¿El que no ensalza la plancha estará incómodo por su “sequedad” expresiva y deberá luego disculparse en privado para que no se piense que no es fraterno? ¿Si no la ensalzas estás insinuando que esa plancha era mala? Es una conducta profana pero todos somos humanos, y el deseo de no herir es poderoso; así que le felicitas “de oficio” y evitas susceptibilidades y sienta “que le haces de menos”. En fin: metales que se nos cuelan a pesar del aviso de dejarlos a las puertas del taller.
Algunos pensamos que la alabanza, aunque bien intencionada, es un auténtico veneno para el que la recibe, aunque al principio no se dé cuenta de ello. Y aquí habría que recordar aquel mandamiento masónico de los masones regulares que dice: No adules jamás a tu hermano, porque es una traición; y si tu hermano te adula, desconfía que te corrompa. Porque si la psicología nos enseña que el premio -el halago- en público ayuda a mejorar y la crítica debe hacerse en privado, el método masónico lo que supone es que la recompensa es endógena: nuestra mejora como persona.
Algunos consideramos que no hay mejor recompensa que ver como la piedra puesta en el muro es apoyada por otras mucha. Ese es el premio auténtico, saber que los otros HH.·. y HHnas.·. se llevan su salario. Que tras la lectura “al orden” se debe mantener esa actitud, sobre todo con aquellos egos proclives al engorde. Por supuesto, tampoco debemos demonizar el que tras una plancha se agradezca si te ha sido útil o inspiradora, todos los habremos hecho en alguna ocasión, en Pasos perdidos o durante la Tenida, por el buen salario recibido.
Se pensará que este enfoque y plancha peca de “calvinista”. Sin negarlo, lo que pretendemos con ella es señalar una situación que de convertirse en habitual pueda generar roces o molestias, cuando estamos seguros que es lo último que se desea cuando de buena fe se agradece a un H.·. o Hna.·. su trabajo por lo que ha ayudado con su reflexión. ¿Cómo se va a criticar una palabra de aliento cuando es sentida y dicha con el corazón?
Imaginamos, a pesar de que la realidad nos muestre en ocasiones lo contrario, que la necesidad de ser reconocido es inversamente proporcional al grado y veteranía que se va adquiriendo en el camino iniciático. Ojalá fuese así. Pero esto que señalamos lo vemos como un mal hábito cada vez más frecuente y con tendencia a generalizarse en nuestras logias.
De lo que estamos seguros, o casi, es que lo normal es trazar una plancha que en principio nos sirva a nosotros y que con un poco de suerte supondrá una primera piedra sobre la que el resto continuarán trabajando. Si esto ocurre habremos recibido el mejor reconocimiento al que un masón puede aspirar, haber colocado la primera piedra de un muro, de la que nadie -seguramente- se acordará con el paso del tiempo. Las nuevas aportaciones harán que aquel inicial trabajo sea un vago recuerdo de cuya existencia sólo dará fe la memoria de la Logia.
¿Cuántas veces ocurre esto? Muy pocas. Claro que esto obliga a un trabajo de reflexión profundo y el halago es fácil, rápido y cuesta poco.
En mi humilde opinión creo que lo mas correcto es hacer un comentario sobre el contenido de lo expuesto en su plancha por el Hh.: o HHnas.: y en que medida esta aportando para la construcción de nuestro templo interior, pero en nada empaña unas felicitaciones por dicho aporte para que el HH.: o HHna.: siga aportando a favor del conocimiento.eso no es un alago solo un estímulo T.:A.:F.:
Bien está el comentario, sugiero a su autor dedicar uno a las pedradas
La obsecuencia, el halago, la adulación y la felicitación, que siempre se dirigen a conformar el ego del interviniente, causan intrigas -v. gr. cuando sólo se dirige a unos/as y se omite con otros/as-, dejan un sabor melifluo que empacha y, lo que es más grave, suponen el olvido de algo muy importante: que en el Templo no encaja lo profano.
Me gustaria conocer mejor de lo que se habla .,cuando se refiere a el halago,evidentemente estoy de acuerdo que cuando se realiza dentro de un grupo y dirigido a una persona en particular, ocasiona,molestia,e incomodidad en algunas personas,si todos estan y se encuentran en una misma situacion,de trabajo en comunidad.