Hablo con bastante frecuencia con un Hermano sobre cuestiones masónicas y solemos terminar acordando que en el fondo todo se circunscribe a una sola cosa, la pasión. La pasión con la que se acomete el trabajo de pulir nuestra piedra bruta, la pasión con la que tratamos descubrir un nuevo camino en pos del humanismo que nos hace más fraternos, la pasión que nos lleva a más compromiso con nosotros mismos y con nuestra tarea en la Orden y en la sociedad y que nos empuja a seguir en ese camino iniciático tan apasionante que comenzamos el día en que nos iniaciaron.
Pasión, pasión y sólo pasión, es lo que nos permite superar los altibajos que como todo en la vida sufre nuestra relación con la masonería; en el fondo en esa relación que mantenemos con nosotros mismos, y que no siempre se desliza por los derroteros previstos y queridos. Somos simplemente seres humanos y eso nos hace imperfectos, por fortuna diría yo.
El trabajo en la cantera, en el fondo y como seres humanos es aprendizaje permanente, siempre debemos tener presente ese principio en nuestra andadura, al que debemos retornar cuantas veces sea preciso, debe ser acometido con pasión si no queremos que el tedio nos asalte y la tarea de tallado de una piedra perfecta termine por convertirse en un pasar, en algo rutinario, aburrido, insufrible. Si esto ocurriese no optemos por la solución fácil, respiremos hondo, hurguemos en nuestro interior y reencontremos los rescoldos siempre presentes de aquella pasión que nos empujó a llamar a las puertas de la masonería. Si algún día algo nos movió a comenzar ese camino ese algo permanece en nosotros aunque en ocasiones creamos que está perdido.
Somos personas que buscan, y la tarea sólo finaliza cuando se haya lo buscado y en este caso es bastante improbable que encontremos el Conocimiento, la Luz o simplemente nuestra verdad en toda su dimensión. Qué decir de conseguir transmutar nuestra piedra bruta e imperfecta en una cúbica y perfectamente tallada.
Volvamos la vista atrás, a nuestros primeros pasos ilusionados, y recuperemos aquel brillo que había en nuestra mirada cuando vimos la Luz por primera vez. Volveremos a reencontrarnos con la pasión, las ganas, la fuerza, la sabiduría y la belleza, la libertad, la igualdad y la fraternidad. Estaremos de nuevo en marcha. La pasión se habrá reavivado, la obra continuará y los malletes volverán a resonar sobre los cinceles.
Podemos llamarlo pasión o anhelo, pero lo cierto es que depende de nosotros mismos seguir caminando por el sendero que nos conduce a la luz. El conocimiento adquirido es siempre insuficiente para aquella persona con hambre. El transcurrir de los pasos muchas lleves nos lleva a olvidarnos de los principios que nos motivaron a ingresar a la hermandad, es por ello justo y perfecto, volver a nuestras raíces para entender el crecimiento del árbol hacia el sol y la luna.
Maravilloso texto. Efectivamente solo la pasión, como en tantas otras áreas de la vida, es motor de ese seguir, de ese «ir mas lejos» en nuestro caso, como el rito índica. Y la pasión, despertar la pasión, es la tarea fundamental del 2º Vigilante.
Ygelia