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Existe una cierta tendencia a trufar el concepto de Fraternidad, fundamento de la masonería, con algunos vicios cuyo resultado final resulta en algo que podríamos denominar «buenismo» y que a la larga pueden resultar, como cualquier vicio contumaz,  algo muy peligroso para la institución, Obediencia o Logia, que cae en él.

Somos tan buenos que no avanzamos, damos vueltas en círculo sin el menor sentido, incapaces de modificar un ápice nuestras costumbres porque al carecer de sentido crítico, peor aún, al no ejercer el que poseemos, nuestra piedra sigue igual de imperfecta días tras día. Ahora bien, ¿realmente somos tan buenos como pretendemos o simplemente nos limitamos a disfrazar, con un envoltorio de presunta bondad, una actitud intelectualmente soberbia, que no es más que el reflejo de aquellos metales de los que nos resulta imposible desprendernos? Creo que deberíamos reflexionar sobre este tipo de actitudes.

Somos tan buenos que hasta puede que se nos olviden nuestras obligaciones, todas, al mismo tiempo que nadie quiera dar el primer paso para recordarnoslas por mor de un mal entendido sentido de pertenencia «al grupo», porque el grupo es algo más que el nanocosmos de la Logia, y digo nanocosmos porque ni tan siquiera la Obediencia traspasa la consideración de microcosmos. Todo en masonería es excesivamente pequeño y eso nos impele a encerrarnos en pequeños círculos que nos hacen olvidar la visión universalista que debiera presidir nuestro afán.

Las promesas y juramentos que realizamos una y otra vez, los compromisos libre y conscientemente adquiridos, devienen en papel mojado porque en nuestra ignorancia, fruto de ese «buenismo» que nos caracteriza, confundimos nuestros papeles y pensamos que lo correcto es no corregir, no molestar, no vaya a ser que una llamada de atención se convierta en un atentado grave contra la fraternidad y así llega a  ocurrir que incluso algunos deben soportar el peso de otros.

Ese buenismo, falsamente pacifista, es el perfecto caldo de cultivo para que los egos, y la ya señalada soberbia intelectual, se vayan apoderando de nuestros talleres como esas malas hierbas que de repente vemos que han invadido nuestro hermoso e idílico jardín, y para cuya erradicación hemos de dedicar ingentes esfuerzos que, naturalmente, debemos detraer de afanes más importantes y provechosos, con el fin de que vuelva a ser aquello que realmente queremos que sea, un lugar de paz, bello, al abrigo de vientos y tormentas y en el que la auténtica fraternidad florece para, incluso, corregir a quien sea incapaz de entender claramente por donde discurre uno de los conceptos básicos de la filosofía masónica, la igualdad, o quien crea que la libertad es la propia a costa incluso de la ajena, fruto natural de un sentimiento de superioridad antítesis de cualquier consideración realmente fraterna.

6 Comentarios

  1. Tampoco hay que confundir la diplomacia y el tacto con el «buenismo». Se puede ser firme, sin necesidad de ser agresivo y faltón.

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    • Efectivamente se trata de aplicar la fraternidad, simplemente

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    • No soy Masona pero ya que puedo dar mi opinión y siempre desde la mirada profana diré, que los cambios de comportamiento cuestan si antes no se hace el cambio desde nuestra profundidaz y es muy fácil caer en la rutina debatiendo sobre lo mismo….. Cambiemos la mirada, las preguntas el comportamiento,las ideas preconcebidas, ampliemos el objetivo … Siempre desde el respeto hacia los demás y a nosotros mismos. El respeto no es buenismo.
      Gracias

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  2. Totalmente de acuerdo, aunque añadiría una cosa que no suelo ver por los talleres, esto es: La regla de 24 pulgadas. Como dice en el artículo, pasamos horas realizando juramentos, volviendo a la vida diaria sin llevar a cabo, en casi todos los casos, esas «enseñanzas» a cabo. Vamos, que si no asimilamos que esto, lejos de ser unos rituales y unas ceremonias a realizar un par de veces al mes, es un «estilo de vida», el cual hay que tener en cuenta en todo momento, podemos apagar la luz y marcharnos. Creo que nos vamos mucho por los laureles y no actuamos realmente en la vida diaria con principios masónicos.

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  3. Buuuuffffff, es extremadamente complicado este tema. Hay tantas sensibilidades y tan diferentes!.
    En mi opinión, si se ha entendido y asimilado la filosofía masónica, se entiende perfectamente la diferencia entre una y otra y las críticas se usarán, si son constructivas, para crecer. Pero hay muchas cosas a desbastar: el orgullo, la inseguridad, la desidia…

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  4. Yo diría que en todos los casos no podra ser ese buenísimo disfrazando la soberbia también podrá existir casos en que será mejor ser precavido al hablar, porque se puede estar pasando malos momentos en el taller y es mejor hacer una transición para coger el hilo de la plomada y dar nivel a la piedra, en otros casos también es bueno utilizar la inteligencia y apretar para que ningún tallista se distraiga y no pierda la hebra y siga perseverando y constante en su trabajo de entallador devastando el orgullo, el egoísmo, la soberbia, la superioridad, los nervios el.complejo, sin salir de la cantera que es el oficio que ha escojido de esta manera se evitarán estar en libre albedrío en medio de tormentas y vientos, pudiendo estar en armonía fraterna igualdad libertad
    Estrella.·.

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