RITUAL DE FUEGO

Una de las cosas que más llaman la atención a los profanos y que seguramente sea uno de los atributos que un cowan (en antiguo escocés) utilizaría para describir a los masones son esos extraños artículos de vestimenta, y esos extraños rituales esotéricos que supuestamente realizamos los masones, con propósito desconocido pero siempre sospechoso.

Efectivamente, una característica que distingue a los francmasones es el uso del ritual y el símbolo en sus procedimientos, y es un aparente anacronismo a ojos de muchos.

Pero ¿qué es el ritual y por qué nos es relevante?

La RAE define el ritual como “adj. Perteneciente o relativo al rito”, y rito como “m. Conjunto de reglas establecidas para el culto y ceremonias religiosas.”. Esto nos indica dos cosas. Una, que la RAE sigue siendo una referencia vergonzosamente obsoleta para casi cualquier consulta concebible, y dos, que el ritual tiene que ver con reglas y ceremonias dirigidas a algún tipo de ceremonia. Si buscamos una referencia anglosajona, nos encontramos con definiciones mejores, como en el Merriam-Webster, que dice que el rito es “una secuencia de actividades que incluye gestos, palabras y objetos, realizada en un lugar aislado o recluido, y acorde a una secuencia definida”. Los rituales vienen dictados por las tradiciones de una comunidad, religiosa o no, y están presentes en casi todas las culturas humanas conocidas. Incluyen no sólo los ritos sagrados de distintas religiones o cultos, sino además los ritos de iniciación, los de expiación, los de purificación, los juramentos, las coronaciones e instauraciones presidenciales, matrimonios, funerales, graduaciones, eventos deportivos, desfiles, etcétera.

Las características del ritual podrían ser enumeradas según algunos autores (Catherine Bell y otros) como: formalismo, tradicionalismo, invariancia, gobierno de la ley, simbolismo sacro e interpretación.

Comentémoslas una por una, si me permitís.

El formalismo refiere a lo que los antropólogos llaman un “código restringido”, y describe el uso de formas de expresión, entonación o ritmo, que en ciertos casos sirve para reafirmar la estructura de autoridad en el ritual. Los rituales suelen contener formas de expresión que difieren de la coloquial, y que, de realizarse adecuadamente, pueden conseguir también introducir a los participantes y observadores en un estado mental distinto.

El tradicionalismo se refiere a que los rituales en muchos casos se asientan sobre una reverencia histórica a un origen pasado, en muchos casos mítico, que enviste a dichos rituales de un aura distintiva en función a la adherencia a una cierta costumbre o narrativa.

La invariancia se refiere a que los rituales muchas veces son una meticulosa coreografía, y se refiere más a la estricta disciplina repetitiva que busca la perfección interpretativa que a la ausencia de cambio referida por la característica anterior.

El gobierno de la ley se relaciona con el formalismo, y tiene que ver con la adhesión a una serie de costumbres o usos aceptados por la comunidad que ejecuta el ritual. Tiene también por objeto amoldar la disposición y el estado de ánimo del oyente o el actor.

El simbolismo sacro se refiere en muchos casos, pero no en todos, a una apelación a entes o cualidades sobrenaturales. Sin embargo, se aplica también a objetos laicos como banderas, medallas, o símbolos masónicos o iniciáticos en general.

La interpretación, por último, nos habla del entorno casi teatral o coreográfico en el cual se ejecutan los movimientos, actividades y símbolos, y que dan forma a la experiencia del participante y su ordenación cognitiva del mundo, simplificando el caos a una serie de categorías con significado particular. En palabras de Bárbara Myerhoff, “no sólo ver es creer, hacer es creer”.

En el contexto masónico, el ritual es el corazón que mueve los trabajos. Si bien el paso del tiempo ha convertido la concepción profana de los rituales en algo asociado con la religiosidad, las características antes expuestas deberían habernos hecho entender que el ritual es algo mucho más amplio, y que su finalidad no necesariamente tiene que ver con la adoración o contemplación, sino también con un cambio cognitivo y emocional en el espectador.

La masonería es una forma iniciática y mistérica de proceder, mediante el simbolismo, tratando de efectuar una mejora moral y/o espiritual sobre uno mismo. El ritual es una herramienta necesaria para conseguir el adecuado estado mental que permita a uno reflexionar en la profundidad adecuada, y ponderar medidamente las acciones, las ideas y los valores. Obviamente, caben otras concepciones, que no comparto pero respeto, que asignan al ritual una potencia meditativa o una capacidad mágica de transformación del oyente en virtud a la colección y dirección de unas “energías” para un determinado fin. Para los escépticos, que tenemos nuestro lugar también en este sistema esotérico pero no necesariamente mágico, el ritual representa una herramienta indispensable, que no sólo nos aporta el adecuado estado y disposición mentales, sino que nos permite reflexionar, visualizar y vivir aspectos del símbolo que resultan frecuentemente opacos y estériles en ausencia de dicho estado. Lamentablemente, este estado se alcanza sólo cuando la ejecución es correcta, porque pocas cosas deshacen tanto la “magia del momento” como una realización torpe, mecánica o poco sentida del ritual.

¿Es inconcebible entonces un ritual basado en la religiosidad o en la creencia mágica? Por supuesto que no. Es más, probablemente desde un punto de vista estadístico, esos rituales son la mayoría, y además probablemente explican al menos parcialmente las experiencias trascendentes que relatan los creyentes practicantes. Pero los rituales son mucho más que eso. Es uno de los aspectos más complejos de explicar a los profanos y a más de un iniciado, pero es a la vez una de las pequeñas gemas que uno descubre en este viaje iniciático interminable que es la masonería.

Prometheo

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