metales

A nadie en su sano juicio se le ocurriría ponerse a reparar una fuga de gas con un cigarrillo encendido en sus labios; todos sabemos que el alcohol no es buen compañero del trabajo; también sabemos que para determinados trabajos deben adoptarse precauciones que pueden resultar incómodas pero que aseguran nuestra integridad física.

Del mismo modo la entrada en el taller para participar en una tenida exije, también, la adopción de determinadas precauciones con el fin de que los trabajos discurran por  los cauces convenientes. El que nuestro trabajo sea fructífero requiere una especial disposición de ánimo y un especial cuidado a la hora de manejar las herramientas, nada que por otra parte no sea habitual en cualquier ambiente de trabajo. Pienso por ello que una de las más importantes medidas que debemos adoptar en ese tiempo previo es desprendernos de todos los metales y dejarlos a la puerta del taller.

Sería, por tanto, una buena costumbre el que dejásemos en pasos perdidos esas pertenencias, los metales, que no harán otra cosa que entorpecer los trabajos o dar la impresión de que nos encontramos en un bazar. Así pues deberiamos desprendernos de los móviles, no vale salvo excepciones muy justificadas el que los introduzcamos ni en silencio -zumban-; las Hermanas sería bueno que dejasen sus bolsos cargados de todo tipo de metales a las puertas del taller; en nuestros bolsillos sobra con el dinero justo que pensemos aportar al Tronco de Beneficiencia o de la Viuda. Es decir se trata de entrar «desnudos» de todo aquello que nos conecta con el mundo profano y que no sea extrictamente imprescindible para el desarrollo de los trabajos.

Hecho lo anterior nos queda una tarea importante, deshacernos de esos otros metales -chatarra a fin de cuentas- que con mucha más asiduidad de la que pensamos suelen echar por tierra una buena tenida. No se trata de cosas físicas, palpables, y por ello aún más difíciles de detectar y de desprenderse de ellas, sobre todo porque no son de quita y pon como una prenda de vestir, como un útil que se deja sobre una consola.

¿De qué hablo? Pues en cada caso serán cosas diferentes, porque cada cual debe ser consciente de que metales porta para desprenderse de ellos, no sólo para el tiempo de la tenida sino en cualquier momento de la vida. La soberbia, la prepotencia, el orgullo que nos lleva a situarnos por encima de los demás, la ira …. el catálogo es amplio y cada cual sabrá de aquello que le impide asistir a una tenida en condiciones de aprovechar el tiempo y de impedir que el resto de Hermanas y Hermanos pueda aprovecharlo debidamente.

No hay metales, por muy nobles que nos parezcan, que deban traspasar las puertas del templo. Y si antes dije taller ahora digo templo, absolutamente consciente de ello porque me refiero a aquello que está en nosotros, somos nosotros mismos, y al que los metales no darán la menor prestancia, más bien al contrario harán que desmerezca, e impedirán que podamos transmitir adecuadamente nuestro trabajo en la construcción de la sociedad a la que aspiramos.

Preparémonos pues para desprendernos de todo eso que por más brillo que tenga no es, en el fondo, más que chatarra inútil.

2 Comentarios

  1. Sou mentor e escritor da MAÇONARIA NA ARTE DO atuante POUCO PENSAR INDIVIDUAL em elevação ao futuro modo de PENSAR COLETIVO. TFA

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  2. Probablemente la parte más complicada y difícil de cumplir: en demasiadas ocasiones el metal del autoengaño o el del fingimiento, sustituyen al abandono de los metales.

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