El individualismo no goza de buena prensa en casi ningún sitio. Se le pone en los antípodas de la solidaridad. Si te identificas como individualista es fácil que se sospeche de ti y de tus intenciones; se te catalogue como egoísta e insolidario -como si fuesen la misma cosa- y poco o nada bueno se pudiese esperar de ti. Algunos, incluso, lo identifican con posturas políticamente sospechosas en las que la maximización del beneficio propio fuese la única garantía de la libertad personal.
Los que no tienen simpatía por el individualismo olvidan que los sujetos tomados uno a uno no viven en conflicto porque sus expectativas choquen con las de otros, sino porque la uniformidad que presupone la sociabilidad anula la diversidad, por lo que las discrepancias asoman a las primeras de cambio y colisionan con las de otros. No tienen en cuenta que un exceso de sociabilidad igualitaria nos lleva a considerar como enemigos a los que no son de “los nuestros”, sea por raza, lengua, religión, etc. Y de ahí a perseguirlos, hay muy poco.
En la masonería se habla con frecuencia de la fraternidad, de su extensión la solidaridad, y de cómo una y otra forma son eficaces métodos para atajar el individualismo: ese mal que aqueja a la sociedad y tantas desgracias trae. ¿Pero cuáles son esas desgracias? Porque si repasamos la historia, las grandes desgracias en formas de guerras o masacres las han protagonizado “mesías solidarios” que querían salvar al mundo de algo llevándose por delante a quienes no veían claro eso de ser salvados por una verdad eterna, un proletariado o una patria.
Por el contrario los individualistas no quieren salvar a nadie, y menos contra su voluntad, cosa que suelen obviar los “solidarios”. No es que los individualistas no tengan valores, es que no quieren imponerlos. Pueden que esos valores coincidan con los “oficiales” -que seguro que sí en muchos casos, porque no vivimos en burbujas-, pero en los casos en que no es así no nos convertimos en apóstoles de ninguna verdad y entendemos, en la mayoría de las ocasiones, que otros tengan otros valores aunque no los compartamos, y si nos dejan intentamos explicarles qué nos parece su punto de vista. Hasta ahí llegamos. Pero lo cierto es que en la mayoría de las ocasiones nos trae al fresco su opinión y su modo de vida, mientras no sobrepase los límites en los que seguro coincidimos con “los solidarios” como inaceptables. O no. Porque a lo mejor sus límites y los míos son distintos.
Una confusión muy común es la de considerar al individualista como una especie de autista social, que habrá casos en que así sea, pero no es lo habitual. Los individualistas no son asociales, son más bien transaccionales: tú, tienes tus valores, y yo, los míos, y como convivimos en un espacio común nos ponemos de acuerdo para ver cómo nos manejarnos en esas cosas que tenemos que compartir, pero no porque lo diga “la sociedad” -que no es nadie-, sino porque tú y yo lo acordamos. De individuo a individuo. Y cuando haya que revisar algo lo revisaremos, pero sin que tú ni yo nos arroguemos ser representantes de “la sociedad” o “lo solidario”.
Otra confusión es la de ver al individualista como un insolidario que ante una desgracia o emergencia se retira y sólo piensa en sí mismo. Error. El individualista lo que no quiere es que le metan en el mismo saco que a todos bajo esas pretendidas mayorías silenciosas que usurpan su voz. El individualista lo que quiere es ser él sin que nadie tenga que dar la cara por él. Está convencido de que cada palo debe aguantar su vela y ser responsable de sus actos; que eso, lo de las delegaciones pasivas en “ya lo atenderán otros” no va con él.
Por eso el individualista es el mejor para afrontar una crisis. Leí hace tiempo que en un pueblo del sur de Suecia hubo un escape de cloro por un accidente de tráfico. La población se refugió en un edificio público habilitado para estos casos por los servicios de protección civil. Todo funcionó como sólo una comunidad tan madura como la sueca podría hacerlo, pero… cuando llegaron los servicios de emergencia, varias horas después, descubrieron que a pesar del intenso frío a nadie se le había ocurrido encender la calefacción. Nadie había tenido la iniciativa de hacer algo que no se había dicho en los cursillos de actuación en emergencias y a nadie se le ocurrió que se podría hacer si no estaba autorizado. Un individualista habría quemado un par de mesas para hacer una hoguera si hubiese sido necesario, porque el individualista desconfía por naturaleza de que las cosas funcionen según se espera que van a funcionar.
Ricardo Fernández.
Me ha sorprendido el post, ya el título parecía dejar en el aire una duda, «…no es tan malo» ¿quiere decir que sí es un «poco malo»? Nada a lo largo del texto disipa esta duda y dado que estamos en un blog masónico parece que podríamos elevar a categoría, por aquello del blanco y el negro o la teoría de los contrarios, que aquello que no es bueno es malo o viceversa, aunque imagino que el autor estará tratando de defender, desde los grises que nos rodean, una determinada posición o más bien su postura ante la vida.
Intentar salirse del rebaño, pensar con espíritu crítico, actuar de manera independiente, es algo que muchos tratamos de hacer todos los días pero eso no nos hace introducirnos en una suerte de burbuja intelectual desde la que «yo» negocio, acuerdo, comparto …. con otros «yo», cada cual desde sus propias posiciones individualistas y, al parecer, sin que se tengan en cuenta consideraciones de tipo grupal.
Resulta aún más difícil entender cómo quien pertenece a una sociedad entre cuyos fines se encuentra «reunir lo disperso» puede pretender llevar a cabo esa tarea desde posiciones que, a mi manera de ver, dificultan enormemente esa tarea. Quizás todo se deba a que uno no llega a penetrar el sentido último del discurso
Estimado WS:
Permítame un sencilla pregunta que me ayudaría a responder a su comentario más adelante, ¿por qué le es «difícil entender cómo quien pertenece a una sociedad entre cuyos fines se encuentra “reunir lo disperso” puede pretender llevar a cabo esa tarea desde posiciones que, a mi manera de ver, dificultan enormemente esa tarea»?
Reciba un TAF,
Ricardo Fernández.
Pues estimado WS, es una pena que no hayas podido encontrar un rato para aclararme tu comentario. Los dos perdemos la ocasión de aprender.
Muy bueno excelente. Asi es. Hay cierta gente que siempre busca conflicto y pelea y no son precisamente los « individualistas ». El individualista se cultiva asi mismo y por ende cultiva a los demas. Pero explicar esto a gente que es tan « apegada ». Es un escape desperfecto en el universo. Ni vale la pena …