La intención que tengo en esta plancha no es tanto clamar por un hecho que para todo masón o masona ha de ser central en su concepción del Estado, su laicidad y la no injerencia de este en la libertad de creencia de sus ciudadanos, si no como una búsqueda de las raíces que vinculan esta posición con la Masonería. Tomo dos textos lejanos en el tiempo y aparentemente también en su idea germinal de lo que es la Masonería, el articulo primero de los Landmarks o Hitos de de Anderson, texto fundacional de la primera Gran Logia de Londres, madre de todas las grandes logias y grandes orientes de la masonería especulativa, y el artículo tercero de la Constitución de nuestra Orden, Le Droit Humain.

Dice Anderson:

El Masón está obligado por su carácter a obedecer la ley moral, y si debidamente comprende el Arte, no será jamás un estúpido ateo ni un libertino irreligioso. Pero aunque en tiempos antiguos los masones estaban obligados a pertenecer a la religión dominante en su país, cualquiera que fuere, se considera hoy mucho más conveniente obligarlos tan sólo a profesar aquella religión que todo hombre acepta, dejando a cada uno libre en sus individuales opiniones; es decir, que han de ser hombres probos y rectos, de honor y honradez, cualquiera que sea el credo o denominación que los distinga. De esta suerte la Masonería es el Centro de Unión y el medio de conciliar la verdadera Fraternidad entre personas que hubieran permanecido perpetuamente distanciadas.

Y dice nuestra Constitución:

Fieles al principio de laicidad, respetuosos de la absoluta libertad de conciencia de cada uno, los miembros de la Orden trabajan para ejercitar los principios de libertad, igualdad y fraternidad y para obtener, para todos los seres humanos, el más alto desarrollo moral, intelectual y espiritual, condición básica de la felicidad que le es posible conseguir a cada persona en una humanidad fraternalmente organizada.

Ambos textos, lejanos en el tiempo, recordemos que las de Anderson fueron escritas a principios de siglo XVIII, sobre 1720, y la nuestra revisada en el 2012, separándolas casi 300 años, tienen en si la esencia del laicismo que impregna la Masonería. En estos 300 años en el mundo occidental han ocurrido todo tipo de conflictos y avatares, desde la Revolución francesa madre de la declaración de los Derechos del Ciudadano al Holocausto, padre de la declaración de los Derechos Humanos, que junto con otros momentos históricos y nacimiento de ideas cambiaron la visión que tiene la Humanidad ante la religión, la deidad y las relaciones entre los seres humanos dando pie a afirmar la visión antropocéntrica de la cultura: el Humanismo. La Masonería como ente vivo y sensible avanzó con la Historia defendiendo la libertad de pensamiento y la igualdad entre los seres humanos, usando como herramientas el feminismo y el laicismo, para llegar a esa sociedad fraternal a la que aspira.

El texto de Anderson dice: se considera hoy mucho más conveniente obligarlos tan sólo a profesar aquella religión que todo hombre acepta, dejando a cada uno libre en sus individuales opiniones y el otro, el nuestro, dice: Fieles al principio de laicidad, respetuosos de la absoluta libertad de conciencia de cada uno. Los dos son hijos de su época. El primero de un momento histórico, superadas la destructiva guerra entre religiones, en el que se buscaba el encuentro entre hombres probos y rectos, de honor y honradez, para crear lazos entre los diferentes a través de la Masonería que definía como el Centro de Unión y el medio de conciliar la verdadera Fraternidad entre personas que hubieran permanecido perpetuamente distanciadas. El segundo texto, el de nuestra Orden, nos sitúa en una época donde la acción social es necesaria y también llevar más allá el encuentro con el otro, propuesto en el texto de Anderson. La historia social de Europa nos hace ver que lo que necesita nuestra sociedad son agentes activadores y mantenedores de los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Llevando la Laicidad como base para que se extienda el librepensamiento y la independencia de los poderes públicos de toda creencia totalizadora, que pueda ahogar a una sociedad libre y respetuosa con las diferencias.

Convertirnos en piezas activas de la sociedad no significa que tengamos que exponer nuestro trabajo iniciático al común, como dice nuestro ritual: ¡Que la Luz que ha iluminado nuestros Trabajos siga brillando en nosotros, a fin de que acabemos fuera la obra comenzada en el Templo, pero que no quede expuesta a las miradas de los Profanos! Lo que se nos pide es seamos piedras vivas, no solo espectadores del momento que vivimos.

En resumidas cuentas, la Masonería, tal como la entiende nuestra Orden, nos llama a ser actores, promotores e inspiradores en el mundo profano de los principios de tolerancia y librepensamiento, exigir que los estados sean libres de ataduras religiosas que cercenan el desarrollo y la felicidad de los seres humanos, que defendamos la laicidad como vía para el encuentro fraternal entre diferentes.

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