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Cuando hablamos de las razones que mueven a las personas a acercarse a nuestras puertas solemos hacer hincapié en la cuestión del conocimiento, creo que por aquello de la búsqueda de la verdad como si ésta y aquel fuesen sinónimo, y creo que ni lo son ni es la razón única de ser de nuestro trabajo. Es más, creo que si no tenemos cuidado podemos caer en la búsqueda de una suerte de enciclopedismo cuya finalidad no puede ser otra que la de alimentar nuestros propios egos toda vez que ¿tiene algún sentido aprehender conocimientos para uno mismo? Aunque la respuesta podría ser positiva todos sabemos que la naturaleza humana en muchas ocasiones nos impele a hacer uso de esos conocimientos con el fin de situarnos por encima del resto de las personas, y en pocas ocasiones con el único afán de ilustrar.

Pero ¿es esto lo que persigue la masonería?

He vuelto a releer a Fichte y he vuelto a reafirmarme en que debemos adoptar las máximas precauciones para no confundir una cosa con la otra, es más creo que debemos tratar de no contaminarnos de esos afanes enciclopedistas a los que antes aludía.

Dice Fichte en su primera carta a Constant […]Sabes que en los primeros decenios del siglo XVIII, en Londres, sale a la luz pública una sociedad que probablemente había surgido ya antes , pero de la cual nadie sabe decir de donde viene, qué es y qué quiere. Se propaga. No obstante, con increíble rapidez y se difunde a través de Francia y Alemania a todos los estados de la Europa cristiana e incluso a América. Hombres de todos los estamentos, regentes, nobles, príncipes, sabios (Gelehrte), artistas y comerciantes, ingresan en ella[…] Fichte utiliza aquí el concepto Gelehrte en contraposición al de Weise, con el fin de diferenciar, a mi modo de interpretar al filósofo, a quien tiene conocimientos, normalmente profesionales o académicos, de quien tiene sabiduría.

Cartas posteriores, en las que vuelve a tocar la cuestión y a utilizar el término Gelehrte para referirse a los sabios, refuerzan en mi opinión la posición de Fichte sobre el diferente valor que debe darse a a ambos términos, a los que sitúa en dos planos claramente diferenciados para resaltar el valor del concepto Weise sobre el anterior que utiliza, por ejemplo, en la expresión sabios pedantes, dedicada a aquellos que con conocimientos, incluso profundos en su campo, consideran que todo se reduce a ese estrecho campo que manejan con suficiencia.

Puestas así las cosas, parece claro que, en mi opinión, la masonería debe ser aquella fraternidad empeñada en la búsqueda de la sabiduría entendida desde el concepto Weise que viene a situarla en un plano netamente moral, más allá o, mejor aún, por encima del conocimiento académico o profesional, siempre parcial por su propia naturaleza y centrado en aquello que son nuestros intereses materiales más inmediatos, y que por su propia inmediatez nos impele a adquirirlo de una manera lo más rápida posible con el fin de poder utilizarlo, ponerlo en valor, de forma inmediata, impelidos en parte por la propia caducidad que los conocimientos van teniendo en un tiempo en el que sufren una aceleración implacable.

Por el contrario, el trabajo en pos de la sabiduría se sustenta sobre bases atemporales, no se trata de adquirir un conocimiento aquí y ahora puesto que no hay ni un aquí ni un ahora, nada que nos lo pueda dar ni tan siquiera exigir con inmediatez, no hay puesta en valor ni caducidad.

Por fortuna para esta tarea no importa nuestra preparación académica, ni tan siquiera nuestra capacidad intelectual, el camino de la sabiduría está abierto para ser transitado por quienes sean capaces de hacer ese camino interior que lleva al descubrimiento del propio yo con independencia del talento que se posea. Únicamente es necesaria la fuerza para asumir la propia debilidad, descubrir la propia piedra bruta y encontrar la manera de convertirla en una piedra cúbica.

Se trata de una tarea que requiere, fundamentalmente, del trabajo interior, aquel que nos llevará al conocimiento de nuestro yo más íntimo, que pasa por la asunción de un hecho incuestionable y que nos fue mostrado de manera simbólica en el momento de nuestra iniciación, el reconocimiento de quien es el auténtico enemigo, y que únicamente tras su aceptación estaremos en condiciones de vencer y comenzar el camino que nos llevará, lentamente, a un estado de consciencia en el que la sabiduría, aquella que nace tras haber bebido de la fuente de la que mana la única y auténtica sabiduría, nos será dada.

Contrariamente, también, a lo señalado para el conocimiento, tampoco existe un tiempo determinado para llegar a situarse en ese estado que hace que quienes lo alcancen sean considerados sabios. Ni siquiera es seguro llegar a disfrutar de esa posibilidad por no tratarse de una cuestión mensurable de una forma homogénea, cada individuo conseguirá aquella a la que pueda acceder, primordial y fundamentalmente, en función de su propio trabajo y de la profundidad a la que consiga llegar en su viaje interior.

4 Comentarios

  1. Veo, pues, cierta analogía con el psicoanálisis. Siendo uno mismo, de la mano de un grupo, a la vez analista y analizado. O algo parecido…

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    • Pues me temo que no, esto de la masonería no es terapia de grupo

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  2. Pienso, que la masonería nos da las herramientas , como las entendamos , como las usemos depende de nosotros mismos, y para esto el criterio del libre albedrío es individual y válido para su aprovechamiento en la construcción de nuestro templo interior transitando por el camino de el medio entre nuestro micro y macrocosmos.

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  3. En la terapia de grupo hay un terapeuta que da terapia. Me había parecido entender que la masonería se trata de un trabajo interior, personal, de uno hacia sí mismo. Pero con la particularidad de estar unido o relacionado de alguna manera a un grupo, de modo que tu trabajo interior también revierte en el propio grupo.

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