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Quizás sea este uno de los conceptos más utilizados en masonería y, quizás, estemos ante uno de los que más difícil resulta cumplir adecuadamente. Es muy posible, en mi opinión naturalmente, que todo nazca de una mala comprensión del auténtico sentido de otro de los componentes del lema masónico por excelencia, la igualdad. Es imposible practicar la fraternidad desde un sentimiento de superioridad, porque en este caso estaríamos pura y simplemente siendo condescendientes.

La fraternidad implica muchas cosas excepto aquella que muchos se empeñan en añadirle como una suerte de estrambote, la amistad. No tienen nada que ver, se encuentra en otro ámbito o esfera diferente, ni mejor ni peor, ni por encima ni por debajo, y con unas exigencias diferentes a las que esperamos de lo que llamamos amistad aunque comparta con la fraternidad algunas de sus características, la confianza de forma principal a mi entender.

La fraternidad, al menos tal y como yo la entiendo, exige respeto a nuestras Hermanas y Hermanos. Exige también, como ya he dicho, la puesta en práctica del sentimiento de confianza, confiamos en nuestras Hermanas y Hermanos por el simple hecho de que lo son y mientras que no haya hechos que nos lleven a retirar esa confianza y que, de producirse, invalidarían o fracturarían la relación fraterna.  Si el Derecho Romano ya aplicaba el principio «in dubio pro reo» de forma indiscriminada a cualquiera que se enfrentase a un tribunal ¿no es más exigible que mantengamos esa misma actitud en el caso de un Hermano o Hermana?

Ya se que no es fácil ser fraternos, exige el esfuerzo de entender y  confiar «en el otro»,  algo difícil de practicar en la realidad, aunque sea muy fácil llenarse la boca con el concepto por más que no otra cosa que de un globo lleno de aire, nada en realidad.

La quiebra del principio de confianza supone el derrumbe de todo el edificio sobre el que construimos la fraternidad ya que imposibilita el trabajo en común. ¿Cómo subirme a una escalera cuando quien debe sosternerla es alguien en quien no confío? ¿Cómo tratar de colocar una piedra en el muro cuando quien debe apoyarme es alguien que puede soltarla en el momento  más crítico? ¿Cómo construir, en definitiva, con quien realmente no me reconoce como Hermano o Hermana? Son preguntas que debemos hacernos con cierta frecuencia para comprobar como están realmente nuestros niveles de fraternidad

Creo que la fraternidad, la auténtica, es un claro ejemplo de aquello que debemos llevar a cabo sin nombrarlo. Damos, también, por sobreentendido que practicamos la igualdad  pero sin embargo no vamos pregonándolo constantemente ¿cual es la razón para que la palabra fraternidad esté permanentemente en nuestros labios? Mucho me temo que sea como una especie de camuflaje con el que tratamos de cubrir lo poco fraternos que en realidad somos. Lo poco que ponemos en práctica, realmente en práctica, lo que supone esa parte de los principios masónicos. Lo poco que realmente creemos, en fin, en la igualdad.

Pienso que si realmente nos paramos a pensar con detenimiento en cuales son nuestros verdaderos comportamientos para con otras Hermanas y Hermanos, nos daremos cuenta del número de veces que lo hacemos de manera totalmente contraria a aquello que decimos practicar.  Pensemos pues, y obremos en consecuencia, porque cuando se rompe el principio de fraternidad la tarea de reparar la fractura que se produce en la Cadena de Unión necesita de demasiado tiempo, de demasiados esfuerzos, para que la fractura se suelde y quizás haya eslabones que permanezcan débiles durante mucho tiempo, incluso para suiempre.

Quizás, como decía al principio, todo esto ocurra porque tampoco nos creamos del todo lo de la igualdad. Es posible que, en el fondo, no seamos capaces de entrar en nuestros talleres siendo plenamente conscientes de lo que supone dejar los metales a la puerta del templo para, simbólicamente desnudos de todo aquello que nos hace sentirnos no iguales, practicar realmente la fraternidad  y así poder desmentir a Flaubert «La fraternidad es una de las más bellas invenciones de la hipocresía social«.

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