Se dice, y no sin razón, que la masonería tiene como principal virtud la de reunir lo disperso. Quizás haya sido Georges Martin una de las personalidades que mejor encarnase este espíritu al saber entender, de una manera clara y rotunda, que cuando los fines son elevados debemos tratar de contar con todos aquellos que puedan confluir en ellos aunque no exista una total identidad de pensamiento.
Para cualquiera que conozca la filosofía vital de este Ilustre Hermano, ateo y materialista y anticlerical confeso, y de qué personajes de su época se rodeó para llevar a buen puerto su gran obra, la creación de Le Droit Humain, será fácil convenir conmigo en que efectivamente podríamos mostrarlo como el paradigma del masón que entiende qué es y cómo se practica el Arte.
En cualquier caso Georges Martin sí tenía algunas líneas rojas que no estaba dispuesto a traspasar. Al tiempo que exalta la libertad de conciencia, se niega a aceptar el fanatismo y emprende una lucha contra todo dogmatismo, sobre manera contra las religiones y de manera especial contra la católica en base a, según él, «estar siempre inmiscuyéndose en aquello que no le concierne, especialmente en la vida política y social«. Me atrevo a preguntarme, llegados a este punto, si el dogmatismo no está, en ocasiones, incluso más allá de los límites de las religiones.
Tal apertura de miras le hace contar a él, el racionalista, con los Esoteristas. Busca, y encuentra, el apoyo de todos los que se muestran favorables a la mixidad con el fin de construir un bloque frente a las grandes Obediencias de la época contrarias a la iniciación de la mujer en igualdad de condiciones que los hombres. en este sentido resalta su amistosa relación con personajes como Teder, Papus, Guénon y otros cuyas ideas no compartía.
Aún más extrañeza, si cabe, produce entre sus contemporáneos y los historiadores de la Masonería su perfecta compenetración con Annie Besant. ¿Qué puede tener en común este masón ateo con la espiritualista y teósofa Annie Besant? Parece evidente que cuando se persigue un fin superior, y se entiende perfectamente el manejo del Arte, es posible dejar a un lado diferencias en el terreno de las vivencias íntimas y personales. Reunir lo disperso, en definitiva, para conseguir el Progreso de la Humanidad, un progreso que no es exclusivamente material si se entiende claramente el mensaje que tanto Georges Martin como Maria Deraismes trataron de dejar grabado en los fundamentos filosóficos de la Orden que crearon
Interesante artículo, aunque no por ello se deja de mitificar a Georges Martín, que curiosamente tendrá dentro de las organizaciones que milita a tener un cierto problema con el modelo de mujer enmancipada que él perseguía, y que curiosamente no representaban sus Hermanas y Compañeras de organización como Louise Michel, Madeleine Pelletier, Nelly Roussel o Vera Starkoff. Es un tema interesante en el cual profundizar
De aquellos polvos, estos lodos, que dice el refrán… Es admirable el buscar la cohesión, incluso con personas válidas cuyas creencias no se comparten. No obstante, sería elemento de análisis interesante, en mi opinión, matizar que el ocultismo de finales del XIX no es similar más que en apariencia al contemporáneo. Sería interesante preguntarse si la carta blanca extendida por los fundadores del DH seguiria siendo vigente a día de hoy, en que la religión no tiene la injerencia de antaño (gracias, probablemente, a la acción de tantos laicistas del XIX y principios del XX, masones y no masones), y el antiguo ocultismo se define ahora como «laternativismo».
Si bien las acciones de los QQHH fundadores son sin duda loables (y de hecho coinciden en buena parte con lo que yo considero el mejor curso de acción posible, dada la circunstancia), somos una obediencia que se define como adogmática, y eso implica necesariamente una actitud crítica, escéptica y reflexiva ante todo, incluídas las luminarias y los próceres del pasado.