Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca sólo como un medio (Inmanuel Kant).
Sostenía Kant que la ética del deber nace únicamente cuando éste nace de la buena voluntad, única virtud que puede ser considerada incondicionalmente buena en tanto que otras pueden ser utilizadas para fines inmorales. Parece pues evidente que sería desde esta perspectiva kantiana cómo los masones debemos acercarnos al deber, tal y como se nos propone en el 4º Grado del Rito Escocés Antiguo y Aceptado (REAA).
Ahora bien, a partir de la mencionada premisa, la buena voluntad, resulta evidente que no podemos esgrimir el deber cuando la ética nos indique que los resultados de nuestra acción vayan a suponer como resultado algo que, analizados desde la razón sustentada en la ética, podemos colegir como un mal. Habrá quien se escude, por ejemplo, en la lealtad, indudablemente una virtud en sí misma, pero que en función de hacia quien se tenga esa lealtad pueda suponer el coadyuvar a la consecución de un fin perverso. Es decir la lealtad hacia una persona inicua nunca puede justificar que una acción nuestra se sustenta en el deber ya que tal apoyo tendrá como resultados consecuencias contrarias a la ética.
Parece que sería desde esta concepción kantiana del deber desde la que se desmontaría, quizás no desde el punto de vista jurídico pero sí desde el moral, actuaciones basadas en algo tan absurdo como la obediencia debida y que podría estar también en el siguiente epígrafe contenido en la declaración de los Derecho Humanos y de los Ciudadanos de 1793:»Quand le gouvernement viole les droits du peuple, l’insurrection est, pour le peuple et pour chaque portion du peuple, le plus sacré des droits et les plus indispensable des devoirs» (Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es, para el pueblo y para cada parte de él, el más sagrado de los derechos y el más indispensable de los deberes)
Declaration de Droits de l’Homme et du citoyen 1793
Por otra parte, es evidente que no podemos asumir como deber ninguna acción de la que pueda derivarse un provecho de cualquier tipo que vaya más allá de la satisfacción por el deber cumplido. Nuestras actuaciones deben estar guiadas por el altruismo ya que el principio kantiano se basa, precisamente, en el hecho de que una acción es correcta cuando hacemos uso de nuestro capacidad para hacer el bien sin que tengamos en cuenta las consecuencias que tal acto pueda acarrearnos. Quienes trabajamos en las columnas masónicas deberíamos esforzarnos aún más, si cabe que quienes no se encuentran en nuestra situación, porque el deber se fundamente siempre en ese principio de la buena voluntad
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