Existen en ocasiones palabras que, en un lenguaje tan polisémico como el castellano, suelen llamar a equívoco, las más de las veces porque nos quedamos con el primer significado que aparece en el diccionario o con lo que las norma nos «impone» como acepción correcta o habitual.
Tal podría ser el caso de bravura, la que da título al presente post, salvo que vayamos unas líneas más abajo en el diccionario, siempre conviene ir más abajo, más adentro, más lejos, para encontrarnos con la acepción que realmente nos interesa.
No hablamos de ferocidad, ni tan siquiera de fiereza a la hora de afrontar los retos de la existencia, lo hacemos de valentía que la bravura en España y en Hispanoamérica se deja para las reses que se sacrifican en los alberos, o para gestas imposibles y de menor importancia, casi siempre deportivas u otras de parecida índole y absolutamente demodés.
Valentía para aplicar el golpe con el mallete sobre el cincel con la seguridad de que hemos escogido el punto exacto y la fuerza correcta para desbastar esa esquina que sobra; valentía para asumir que hemos errado el golpe y que la piedra se nos ha roto y debemos empezar de nuevo, en ocasiones cuando el trabajo parecía casi totalmente concluido.
Valentía para ser libres, es decir renunciar a los temores que nos atan y nos impiden volar.
Valentía para pensar libremente, críticamente, aún a pesar de que lo hagamos en contra de la opinión mayoritaria pues no siempre la mayoría tiene la razón y la verdad.
Valentía para asumir que nuestro camino es incierto y que sólamente con la correcta utilización de las herramientas adecuadas podremos llegar a buen fin.
Valentía para asumir que somos una piedra bruta y que quizás nunca lleguemos a ser esa piedra cúbica perfecta que vemos a los pies del oriente y que, de alguna manera, es el modelo al que miramos de reojo cuando golpeamos las aristas que afean nuestra piedra.
Valentía para entender que aunque no lleguemos a ser una piedra perfecta seguramente habrá un lugar para la nuestra en alguna parte del edificio y que aunque no se a la más bella sí será importante pues hará que la bella pueda sostenerse.
Valentía Hermanas y Hermanos que se nos pide para saber hacerse a un lado cuando sea menester, para saludar con alegría a quien nos sobrepasa en el camino y para mirar con cariño a quien permanece un poco más atrás en la marcha iniciática que iniciamos todos con los ojos vendados esperando por la luz.
Valentía para ver antes la viga en el ojo propio que la paja en el ajeno y valentía para entender que la fraternidad es un bien que debemos cuidar con esmero pues se trata de una planta frágil.
Seamos pues valientes para dar testimonio de que ser francmasones es algo importante, de lo que sentirse orgullosos pero, sobre todo, seamos valientes para ver si nuestro templo interior se ajusta a los planos y si nuestro trabajo redunda en el Progreso de la Humanidad.
Finalmente, seamos valientes para asumir plenamente nuestros compromisos
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