La iniciación masónica, como cualquier otro rito iniciático, requiere que quien se acerque a ella lo haga con una actitud tal que le permita llevar a buen fin la tarea a la que se enfrenta y que le es desconocida en su real y auténtica extensión. Quienes nos adentramos en la masonería lo hacemos siempre con un conocimiento escaso de donde entramos, que se nos exige, cual será nuestra tarea ….. ya que por más que hayamos leído, o por mucho que nos hayan contado quienes hayan traspasado el umbral lo cierto es que la masonería exige, fundamentalmente, vivencia.
La ceremonia de iniciación, de recepción, de reconocimiento, o como quiera que la denominemos, que de todo ello hay en ese ritual primero, y por el que nos convertimos en miembros de una sociedad que aspira a tanto como a que cada uno de sus miembros sea capaz de edificar en sí un templo al Progreso de la Humanidad, no es más que el primer paso por el que nos deconstruimos, con el fin de comenzar a construir una persona nueva, sin los que defectos que nos hayan podido acompañar hasta ese momento y de los que trataremos de deshacernos en las diferentes etapas de la marcha iniciática que comenzamos en ese momento.
Hay quien dice que las personas no cambiamos, puede que sea cierto, sobre todo si no hacemos el menor esfuerzo para ello, y si tal cosa ocurriese ¿qué hacemos aquí?¿para qué entrar en una sociedad que se manifiesta discreta, minoritaria, alejada de los centros mundanos de poder? Es evidente que quien piense de esa manera no se ha acercado al momento primero de su andadura con la actitud debida.
Pero seamos indulgentes, es muy posible que hayamos cometido ese pecado, que nuestra actitud en aquel primer momento no fuese la adecuada aunque sí llevásemos en nuestro interior, cual pequeño rescoldo, un deseo real de aprender, de conocer, de acceder al conocimiento -aún no sabíamos que lo importante es llegar a la sabiduría-, de convertir nuestra piedra bruta y perfectamente inútil en algo si no bello al menos útil al conjunto de la sociedad. Ese rescoldo, convenientemente cuidado y reavivado, haría crecer la llama que nos consumiría para que de nuestras cenizas, cual ave fénix, fuese capaz de renacer una persona consciente de las obligaciones contraídas en el momento en que nos comprometimos ante la asamblea que nos recibía en su seno.
Si la actitud era la adecuada o al menos algún rescoldo existía, o una pequeña llama fue capaz de ser encendido en algún momento de nuestros primeros pasos, es evidente que debemos arrumbar ese «el ser humano no cambia» y transmutarlo por el «ser humano cambia cuando desea hacerlo». Si eso es así estaremos a las puertas de un raro, complejo, delicado y peligroso proceso alquímico porque al iniciar esa transmutación, abandonando para ello apriorismo y «metales» inservibles, habremos conseguido dar los primeros pasos para realmente deconstruir el ser humano viejo con el que llamamos a las puertas de la cantera y empezar el camino que nos llevará, en algún momento, a renacer como una persona nueva y más libre.
Si por el contrario ni la actitud hubiese sido la adecuada, y si esa llama no se enciende en algún momento, el ser humano viejo permanecerá en nosotros encalleciendo sus defectos y convirtiéndose en una rémora para toda la comunidad en la que se inserta. En nosotras y nosotros está la elección de aquello que queremos realmente ser y si debemos seguir, o no, en una cofradía que busca ante todo el perfeccionamiento del ser humano para construir una sociedad mejor.
Interesante meditación compartida sobre los posibles efectos que la «iniciación» puede producir, y con ello transformar
«El poder mas fuerte del simbolismo se halla en la formación de la subjetividad de la persona…y se refiere a la «habilidad dinámica de indagación personal» …el individuo se «despoja» de los interese limitados centrados en uno mismo y adquiere una perspectiva mas amplia, evocada por el símbolo…» (Judith Simmer-Brown, en «El Cálido aliento de la Dakini»)
¿Es posible afirmar entonces que existen hh y hhaa exclusivamente virtuales, masones virtuales ? ¿Es posible afirmar que existen hh y hhaa que no se «despojaron» de sus intereses limitados en su recepción en logia? ¿Es posible afirmarlo?
Quizás las urgencias por el crecimiento acelerado ¿Ha propiciado, o mejor dicho, obviado, la ausencia de una posible » habilidad dinámica de indagación personal» en los profanos que se acercan ?
Pero la pregunta ya entonces debiera ser ¿Que impide al profano transformado en «masón virtual» sentir el cálido aliento del grupo que le recibe como uno de los suyos? ¿Que le impide escuchar en silencio el tenue susurro de la Transmisión masónica?
Quizás la ausencia de «habilidad dinámica de indagación personal» a lo largo de su peregrinaje le haga crecer en soberbia….no lo sé. esto es algo a desvelar por sus hh y hhaa.
Fraternalmente
ygelia