Y a la luz desnuda vi
a diez mil personas, quizás más,
gente conversando sin hablar,
gente oyendo sin escuchar,
gente escribiendo canciones
que las voces nunca comparten.
Y ninguno se atreve
a perturbar el sonido del silencio.
“Los sonidos del silencio” Paul Simon & Art Garfunkel .1964
La canción de la que esta tomada la estrofa anterior es una de las canciones míticas de mi adolescencia y que aún hoy me sigue pareciendo fascinante, más aún si cabe porque para mi encierra algunos de esos pequeños secretos que únicamente están al alcance de los iniciados, no por ninguna razón especial sino porque podemos encontrar matices que se pueden escapar a quien únicamente ve lo evidente o, en el mejor de los casos, llega a
atrapar la intención del o los autores.
Precisamente el silencio del Aprendiz tiene como una de sus misiones el enseñarnos a escuchar, ese arte tan difícil y para el que es necesario algo más, mucho más que permanecer en silencio. El método no nació para que adoptásemos una actitud pasiva sino para que desde el silencio pudiésemos iniciar un viaje hacia el conocimiento, porque sólo si sabemos escuchar podremos comprender lo que otros dicen y así, escuchando, interiorizando, digiriendo lo escuchado, podremos obtener el alimento necesario para que nuestra mente elabore conclusiones que serán realmente nuestras, aunque sean parecidas a las escuchadas.
No estamos en silencio por un capricho ritualístico, es una disciplina. Los seres humanos necesitamos comunicarnos y lo hacemos de manera continua, el ruido y la cacofonía nos acompañan de manera permanente hasta el punto de que nosotros somos una parte de esa cacofonía y de ese ruido. El primer paso que debe dar un aprendiz en su trabajo personal de búsqueda interior es, precisamente, escuchar, escuchar a los otros, pero también escuchar su voz interior. Quizás esto último sea aún más complicado que escuchar a los demás.
Ahora bien, esa disciplina ¿termina con nuestra etapa de Aprendices? En mi opinión no, es un arte que deberemos cultivar durante toda nuestra vida masónica, no de la misma manera en la que lo hacemos cuando somos Aprendices aunque sí por razones parecidas; escuchar, reflexionar, pensar en lo que vamos a decir, no redundar en lo ya dicho. Cuando se nos concede el uso de la palabra en logia es cuando más debemos hacer uso de lo aprendido en nuestra etapa de aprendices en lo que al silencio toca. Podemos hablar, pero para ello debemos escuchar previamente. Eso precisamente es lo que se trata de enseñarnos en el grado de aprendiz y a lo que ya me refería un poco más arriba, el silencio activo, el escuchar, y entender, lo que nuestras Hermanas y Hermanos van exponiendo cual ladrillos de una imaginaria construcción que se inicia tras la lectura de una plancha.
Debemos huir de la tentación ateneística, de la confrontación dialéctica. Nuestras intervenciones deberán ser piedras que se superponen a las que van colocando nuestras hermanas y hermanos, y para ello es necesario escuchar con atención, y reflexionar sobre lo escuchado antes de exponer nuestra aportación. Es necesario, por tanto, que el Primer Vigilante no se muestre excesivamente presto a declarar que el silencio reina en las columnas ya que el sosiego debe ser la norma que mueva nuestras intervenciones.
Las Hermanas y Hermanos Aprendices que estáis en silencio, no es por un castigo, no es porque se considere que no estáis preparados ya que, en función de llos temas tratados y vuestros conocimientos, es posible que tengáis la suficiente autoridad para exponer una acertada opinión, ya llegará vuestro momento y que el taller todo se beneficie de ellos, pero ahora deberéis mantener silencio para aprender, para contener ese impulso tan natural de lanzaros a hablar.
Por otra parte, vosotras y vosotros, Queridas Hermanas y Hermanos que contáis con el derecho al uso de la palabra, usadla pero recordad vuestra etapa de Aprendices. Tengamos siempre presentes algunas normas elementales, ni estamos en un ateneo, ni hablamos para nuestra mayor gloria, no temamos renunciar a la palabra si lo que íbamos a decir fue dicho antes por un Hermano o Hermana, no es posible colocar la misma piedra dos veces.
Finalmente, tengamos siempre presente que nuestro trabajo es construir, las piedras son para colocarlas en su lugar no para lanzarlas unas a otros o viceversa.
Se puede explicar más alto pero no más claro, gracias