Ponerse en el lugar del «otro», tratar de entender sus razones y llegado el caso discrepar, sin que ello lleve aparejada la crispación, ese es el trabajo que debemos llevar a cabo en masonería si realmente entendemos el Arte.
No tenemos la verdad, nadie está en posesión de ella en un sentido absoluto, y por ello es imprescindible que aprendamos a ponernos en el lugar del otro para tratar de entender las razones que le lleven a actuar de una determinada manera por más desviada que nos pueda parecer.
Ponerse en el lugar del otro, más allá de nuestras diferencias ideológicas, de nuestras diferencias filosóficas, es la tarea a la que debemos aplicarnos quienes estamos en esta cantera que llamamos masonería ya que en caso contrario ¿qué hacemos aquí? ¿en qué queda eso de «reunir lo disperso», más allá de un término manoseado en exceso como tantos otros?.
Ponerse en el lugar del otro supone, creo, responder con mesura a una opinión contraria a lo que nosotros creemos. Incluso asumir que nuestra opinión únicamente nos representa a nosotros mismos y que debemos hacer el esfuerzo por integrarla en la obra común o, si ello fuese imposible, asumir que esa piedra deberá ser desechada en ese momento de la construcción. Quizás más adelante encuentre su lugar.
En ocasiones ni siquiera se tratará de ponerse en el lugar del otro si no, simplemente, asumir que nuestra visión de una cuestión es imperfecta o simplemente erronea por más que a nosotros nos parezca todo un ejemplo de como se deben hacer las cosas. La masonería como obra colectiva se encuentra por encima de los planteamientos personales cuando estos rebasan los límites de los personal y se encuadran en eso que conocemos como «llevar fuera la tarea comenzada en el templo«. Quizás conocer el pensamiento de Georges Martin pueda ayudar a una eficaz continuidad en el exterior de la obra comenzada en el interior. En todo caso no será posible comprenderse si no hacemos el esfuerzo por ponernos en el lugar del otro, ese otro que no es más que un ser humano, una persona más parecida a nosotros de lo que muchas veces estamos dispuestos a admitir
Estoy totalmente de acuerdo, no podemos estar en una sociedad o en un grupo si no podemos o no sabemos entender al otro u otros, si no sabemos cual es la razón de su su actuación o pensamiento. Todo siempre tendrá una explicación y una razón, meternos en la piel del otro es muy importante para poder lograr una gran convivencia y poder también llegará un diálogo con el otro para hacerle entrar en razón si se tratara de que esté equivocado. Nunca podemos juzgar a nadie sin saber primero sus motivos y razones, de lo contrario la convivencia siempre será un caos y una relación violenta. Creo que es más fácil mantener buenas relaciones y saber entendernos todos que llegar a ser incomprendidos e intolerante y vivir en un caos de violencia constante
Muy interesante. Aplicar este concepto, herramienta, en estos tiempos que vivimos de desencuentros y discrepancias que nos llevan por un camino sin salidas.