Sobre el concepto de espiritualidad se han escrito varios post en este mismo web-zine, de modo específico «Espiritualidad laica» en abril de 2011 y «Espiritualidad laica: otra perspectiva» de febrero de 2012 y que venía a cuestionar la tesis del anterior. Me voy a permitir una nueva incursión en este terreno a sabiendas de que el tema suele llevar aparejada una cierta controversia, más por lo que nuestro subsconsciente nos dicta que por el significado real del término.
Tanto si recurrimos al diccionario de la RAE , como si lo hacemos con la Wikipedia nos encontraremos con que es erróneo ligar el término al campo religioso o al de las creencias, hasta el extremo de que un filósofo como André Comte-Sponville tiene un excelente ensayo dedicado a la espiritualidad de quienes se manifiestan como ateas/os: «L’esprit de l’athéisme:introduction à une spiritualité sans Dieu».
En esta situación parece conveniente preguntarse si la masonería puede ser ajena a un concepto de espiritualidad que se encuentre más allá, o por encima, de las creencias, o la ausencia de ellas, de sus miembros. Tal y como yo lo entiendo la respuesta ha de ser afirmativa y ello con independencia de Obediencias, ritos o cualquier otra consideración que se quiera hacer teniendo en cuenta las diferentes posibilidades que en ese sentido nos ofrece aquella.
Es mi opinión, sujeta a contradicción naturalmente, que la masonería es fundamentalmente una cuestión espiritual si asumimos que atiende de manera fundamental al mejoramiento personal, y que entre sus fines se encuentra la consecución del Progreso de la Humanidad, entendido este no desde una perspectiva material si no en tanto en cuanto por procurar el acceso a sociedades «felices» en la línea en la que, por ejemplo, Bertrand Rusell entendía la felicidad. Sostengo que no existe otra manera de entender el quehacer masónico fuera de los fines señalados.
No existe nada material en la masonería por lo que parece evidente que en consecuencia, y dado que el mundo se divide entre la materia y el espíritu, deberíamos convenir en que la masonería es algo que sustancialmente concierne al espíritu.
Ahora bien no podemos confundir espiritualidad con fe ya que mientras que la primera puede apoyarse en la razón y tratar de ir, como sostiene la Profesora Almudena Hernando en su obra «La fantasía de la individualidad«, un paso más allá aunando esa parte de nuestro ser que es lo que denominamos sentimientos con la imprescindible herramienta de la razón, la segunda se basa en la simple creencia ciega de algo que es así por muy irrazonable que pueda ser y sin que en ningún momento pueda recurrir a esa otra parte de nuestro ser que son los sentimientos para sostenerse. Dicho esto esto es evidente que desde una perspectiva laica las cuestiones relacionadas con las creencias, con la fe en definitiva y sea esta cual sea, deben ser respetadas como algo inherente a la individualidad, a la intimidad, de cada persona.
Finalmente he de decir que cuando en masonería hablamos de espiritualidad tenemos que dejar bien claro que estamos en el polo opuesto de ese gran supermercado de la «espiritualidad» que inunda las redes sociales y que no deja de ser un compendio de, en algunos casos, imágenes de una cierta belleza y frases vacías entresacadas de libros de autoayuda («ayuda» que por cierto llega únicamente a sus autores). Se reivindica una espiritualidad basada en la razón, sustentada en un método de trabajo con más de 300 años de uso, en rituales y modelos simbólicos alejados de cualquier simplificación y renuente a posturas que lleven a un buenismo castrante intelectualmente.
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