Frente a quienes se afanan por mantener una interpretación del símbolo apegada a la tradición, tradicionalismo se llama esa manera de entender y aplicar las fuentes, como si se tratase de una verdad inmutable, se encuentran aquellos que tratan de buscar la utilidad que proporciona adaptar el símbolo a la propia manera de entender la vida.
Frente a quienes optan por hacer como si determinadas tradiciones no existiesen porque en su origen tenían un fuerte componente religioso, se encuentran quienes prefieren buscar explicaciones que estén más en consonancia con su filosofía vital.
Frente a quienes consideran que el rito es una mera liturgia se encuentran quienes tratan de encontrar lo más profunda que en él se encierra.
Frente a quienes piensan que promesas o juramentos son algo banal, liturgia imprescindible pero fácilmente desechable en el quehacer cotidiano, se hayan quienes creen que unas u otros son una de las bases sobre la que se asienta su manera de entender el ser masónico.
Como se puede ver de los ejemplos anteriores no es posible encontrarse con zonas grises a la hora de enfrentar el trabajo masónico, el blanco y el negro, el simbólico damero que se encuentra en todos los Templos masónicos se encuentra también presente en nuestra vida cotidiana.
Los grises supondrían la indefinición, el navegar entre dos aguas, quizás el querer y no poder o el tratar de adaptarse a las dificultades del camino libremente elegido con subterfugios que las allanen cual cómodos atajos.
Es posible que la vida que discurre en las zonas grises sea más cómoda, más llevadera, pero no se elige la masonería pensando que sea el camino más fácil para construirse a uno mismo sino que se hace, pienso yo, como la mejor opción posible incluso desde el desconocimiento con que se llega a ella, siempre en los límites difusos de la fantasía, la interpretación personal de quien cuenta su personal vivencia o, incluso, desde la falsa infromación que proporciona la abundante literatura antimasónica.
El blanco y el negro, que encontramos desde los primeros hasta los últimos grados iniciáticos en multitud de ocasiones, nos representa esa obligación de elegir aquello que en cada momento de nuestra vida consideremos lo mejor, a riesgo de equivocarnos por supuesto y tener que rehacer una parte de la Obra, y tratar de no quedarnos en cómodas zonas grises que siempre darán como resultado una construcción dsdibujada.
Elegir, tratando de hacerlo de la manera más correcta posible en cada ocasión, es incómodo pero nadie nos digo cuando entramos en masonería que nuestrocamino sería cómodo o fácil. En ocasiones uno u otro color supondrán lo fácil o lo incómodo pero adecuado, el desarrollo de nuestra obra dependerá de qué elijamos en cada ocasión.
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