Entre las muchas máximas, lemas y frases hechas que se manejan en masonería existe una que a mi personalmente me resulta especialmente atrayente, la que da título al presente post.
¿Qué significa exactamente «unir lo disperso«?
Para cualquiera que conozca la masonería desde dentro, es decir que haya pasado el proceso de iniciación y que haya vivido durante un mínimo de tiempo lo que tal hecho supone, el significado del concepto no tendrá mayor problema ya que lo habrá vivido de una forma práctica.
Para quien no conozca la masonería puede tratarse de un concepto difícil de entender, puede resultar tan complicado que incluso estando dentro puede ser harto difícil pasar de la teoría a la práctica. El que se trate de una teoría tan simple como convivir con el diferente no presupone que su puesta en práctica sea fácil, la realidad hace que las micro-sociedades que son las logias puedan dificultar su práctica hasta convertirla en la prueba del algodón del para qué estamos en masonería, y de si realmente somos capaces de poner en práctica el método masónico.
Unir lo disperso es uno, no el único por supuesto, de los mejores ejemplos de lo que puede ser la masonería, cualquier logia puede hacer que trabajen juntas personas de diferente credo, ideología, nivel cultural, clase social, edad … toda la diversidad que se encuentra en la sociedad se refleja en el micro-cosmos de la Logia, y la fuerza del método masónico es que esas diferencias, al contrario de lo que ocurre en el mundo profano, sirvan para generar sinergias que redunden en beneficio de toda la pequeña colectividad que es el mundo de una logia, y que permitan a cada cual llevar a delante el trabajo que se supone es la principal tarea del masón construir-se.
Ahora bien, como ya he dicho esa tarea es dura, complicada, puede llegar incluso a resultar titánica al exigir renunciar a algunas de las cosas que nos pueden ser más queridas, aunque en el fondo sean absolutamente prescindibles, no me refiero a cuestiones materiales de las que, en cierto modo, puede ser fácil desprenderse. Me refiero a olvidar el yo para pensar en el otro con el suficiente grado de empatía como para conseguir que tras un período de entrenamiento lleguemos a convertir esa tarea en algo -permítaseme la expresión- automatizado y por tanto que pase a ser connatural con el hecho de ser masones.
Al final todo termina por resumirse en algo tan simple como el ser o el estar, el asumir la responsabilidad de iniciar un proceso de despojamiento de aquello que en masonería se consideran metales, o seguir cultivando un ego que nos imposibilite de cualquier tarea que exija aceptar a los demás con sus diferencias y trabajar junto a ellos. Si nos dejamos arrastrar por esta segunda opción estaremos despreciando el hecho de que la cooperación de unos y otros termina por convertirse en algo beneficioso para todos y por lo tanto terminaremos por convertirnos en seres a medio construir.
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