En el año en el que se cumplía el primer centenario de la Orden Masónica Mixta Internacional Le Droit Humain, 1993, el entonces Gran Maestre de la Orden, Marc Grosjean, escribía en el Boletín Internacional del primer semestre del año, y entre otras cuestiones que no viene al caso, lo siguiente
Esforcémonos en hacer de este año el de la fraternidad, la amistad y el amor a la humanidad.
El Arte Real nos permite alcanzar este ideal. La Fraternidad no es únicamente una palabra o un pensamiento, exige la realización de un acto concreto .
El mérito de la educación masónica reside en asegurar la progresión intelectual de cada iniciado y en permitirle separarse de forma gradual de la influencia de sus impulsos. Genera un estímulo espiritual y permite explicar la razón de la tendencia a amar a aquellos en quienes se detecta una necesidad de afecto. Así nació la Fraternidad.
Quien ha sido iniciado se da cuenta de que también necesita obtener el conocimiento necesario para mejorar, desgraciadamente demasiados masones creen que la manifestación de la Fraternidad es la culminación de la enseñanza masónica. De hecho, el papel de la francmasonería es incitar a todos a realizar un esfuerzo que cree una simbiosis entre los dos polos de la personalidad, la objetiva y la subjetiva, que lleve a la renuncia y a la entrega, que tendrá como resultado un equilibrio armonioso entre la razón y el corazón.
Se considera normal ayudar a quienes no habiendo tenido la oportunidad de tener una alta educación desean adquirirla. Por esa misma razón se debe ayudar a quienes tienen la capacidad de progresar intelectualmente con el fin de que puedan hacerlo.
Al hilo de esas palabras y en unos tiempos en los que las palabras y los conceptos sufren una devaluación, cuando no una tergiversación, que lleva a la banalización y al vaciado de su auténtico significado, creo que podemos dedicar algunos minutos de nuestro escaso tiempo libre, para según que cosas, a reflexionar sobre el significado real del concepto Fraternidad y como llevarlo a la práctica.
No hace mucho tiempo publicábamos un post con el título de Sin confianza no es posible la fraternidad que venía a poner el dedo en otro aspecto de esta misma cuestión.
El problema, creo yo, reside en que utilizamos el término con tanta ligereza que se queda en el verbo dejando de lado la acción, precisamente aquello que Grosjean señalaba como algo imprescindible para que el concepto se convirtiese en algo real.
No está de más que en ocasiones retomemos antiguos discursos para volver a la senda auténtica y realicemos el esfuerzo de pasar de las palabras a los hechos para que los conceptos sean algo más que meros y vacíos términos sin el menor sentido real, mera liturgia. Por cierto, no estaría de más que ese esfuerzo que se pedía para aquel año lo hagamos de manera cotidiana con el fin no de que cada año sea el de la Fraternidad si no para que cada día, cada minuto lo dediquemos a esa difícil tarea.
0 comentarios