Hace algún tiempo hacía referencia al acatamiento de la ley por parte de los miembros de la masonería siguiendo las pautas marcadas por el pastor Anderson, aunque con alguna acotación debido al carácter de sumisión que implicaba el mandato andersoniano y que contradecía claramente, a mi entender, la capacidad crítica que debe mantener siempre el masón. El artículo citado puede encontrarse en este enlace.
En todo caso no voy a incidir de nuevo sobre la misma cuestión sino sobre algo mucho más cercano y que se refiere al acatamiento a nuestras propias normas, aquellas que prometemos o juramos respetar en multitud de ocasiones a lo largo de nuestra vida masónica.
Suele resultar chocante, cuando menos, que personas que llevan como enseñan la probidad den muestras de un escaso respeto no ya por las normas propias libremente aceptadas, sino por normas de natural y obligado cumplimiento para toda persona con unos mínimos valores sociales.
Es posible que quien no tenga como divisa la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad pueda pensar que se encuentra dispensado de mantener posturas, privadas o públicas, enfrentadas con alguno de aquellos principios, craso error en mi opinión ya que incluso en tales casos, a mayor y mejor acotamiento, se encontrarían obligados por el arcaico concepto «buenas costumbras», tan querido para quienes encuentran en las tambien arcaicas Constituciones andersonianas su sostén ideológico fundamental.
En todo caso, el poco apego a la lectura –incluso de leyes y reglamentos– y la consideración como mera liturgia de promesas y juramentos, tiene como resultado el que se conculquen unas y otras con la tranquilidad que proporciona el desconocimiento, culpable, y la seguridad de que por la misma aversión a la lectura nadie se percatará de ello. Es posible que, además, se juegue con el hecho de que si alguien advierte el gazapo no pondrá en cuestión el buen nombre de la Obediencia por un comprensible respeto no tanto a las personas como a la propia institución. La cuestión es saber si quienes faltan a sus obligaciones tendrán ese mismo respeto y serán capaces de asumir lo que en la vida civil se conocen como responsabilidades políticas.
Es posible que vaya siendo hora de que el «libre y de buenas costumbres» deba ser sustituido por un «de criterio libre y honestidad probada«, ya se trató también en este webzine, para que situaciones de sobra conocidas a lo largo y ancho del universo masónico queden relegadas al rincón oscuro en el que se amontonan las pesadillas de nuestra infancia.
Totalmente de acuerdo con el texto
A veces hay quien se ciñe dogmáticamente a una norma para someter en nombre de la disciplina a otros. Olvidan o no tienen la experiencia del aprendizaje de otras lecturas que nos dan nuestro principal valor: el HUMANISMO
La clave, efectivamente, está en el grado de compromiso con q se aceptan o acatan normas, promesas y/o juramentos. Tantas veces repetidos y tantas olvidados. Desgraciadamente no existen fórmulas q garanticen el cumplimiento. Somos humanos y muchas veces, demasiado humanos