En el digital Voces de la Federación española de la Orden Masónica Mixta Internacional Le Droit Humain han publicado el artículo que, por su interés en nuestra opìnión, nos permitimos reproducir íntegramente.

A través de los diferentes rituales, de sus diferentes momentos, en la masonería hay escondido un cántico al Amor. Desde el principio, aprendemos que el Amor es más fuerte que la muerte. El Amor universal une el mundo, nos conecta a todos. Este amor no es un amor físico, material, sino que va más allá, es un amor que no entiende de las fronteras del espacio y del tiempo, de las apariencias exteriores que nos diferencian y separan, sino que nos iguala a todos, creando un nexo común. Es un amor que nos lleva a la fraternidad y que nos hace querer que todos seamos libres e iguales. Sería por tanto el núcleo central de la masonería, el ingrediente principal para que reinen la libertad, igualdad y fraternidad en el mundo. Como un corazón bombeante del que nacen todos nuestros ideales.

Este Amor se convierte en el motor del universo hacia el progreso, traduciéndose en el amor al conocimiento, en el amor a nosotros mismos que nos hace querer perfeccionarnos, el amor a nuestros semejantes que nos hace buscar esa igualdad y libertad, que nos hace desear que el mundo sea una sociedad fraternal entre todos, en un amor a lo que nos rodea, a la vida y al universo.

Pero este amor es también una elección. Ante una crisis se hace necesaria una renovación que nos sitúa en una bifurcación en la que elegir dos caminos. El camino del odio, que es desgraciadamente el más fácil, pues nos lleva a culpar al otro y por tanto nos libra de toda culpa (para nuestra conciencia), haciéndonos simples víctimas de las circunstancias, de la maldad de todos los demás, y llevándonos a los extremismos y fanatismos, a la violencia y la destrucción y finalmente a la guerra.

O el camino del Amor. Un camino que es más duro y escarpado al principio, pues no podemos exculparnos en ese Otro en el que ponemos todo lo que queremos negar en nosotros, no podemos ser las pobres víctimas de las circunstancias, sino que tenemos que ver en los demás otros seres humanos como nosotros y tratar de comprender por qué hemos llegado a esa situación. Pero eso también nos lleva a querer descubrir nuestros errores, los errores de todos, y a aprender de ellos, todos juntos, de forma no invasiva y sin superioridades. Un camino que nos lleva a la evolución, al progreso, a desear trabajar codo a codo para salir de esa situación (que puede ser una crisis personal, de un grupo o de toda la sociedad), a evolucionar para que no vuelva a producirse. Pero es un camino que no acaba aquí, pese a que ya comencemos a sentir sus frutos.

Es un camino que nos saca de este aislamiento al que nos lleva la individualidad actual, donde todos somos como islas, alejados unos de otros, puede que no física, pero sí internamente. Que nos hace estar solos en la multitud. Que nos hace sentirnos tristes y débiles. Mediante el amor al otro somos capaces de abrirnos a él, y que el otro se nos abra, viendo que no somos tan diferentes, que bajo esa capa de condicionamientos que vamos acumulando se encuentra alguien que suele compartir nuestros miedos y sentimientos más profundos, al y en el que nos podemos apoyar. Pero este amor va más allá y nos lleva no solo al otro en singular sino a los otros en plural, a todos los seres humanos, deseando sustituir la guerra y la violencia por un entendimiento mutuo que nos lleve a una solución común, pero, otra vez, sin privilegios, superioridades ni invasiones, mano a mano, en igualdad, sin vencedores ni vencidos.

Pero el camino no se acaba, mientras lo recorremos vemos nuevos hitos que nos invitan a seguir avanzando en él. Porque ese Amor es tan fuerte que va más allá del ser humano, se extiende a todo lo que nos rodea, y llega a trascender hacia lo desconocido. Sobrevive a todas las fronteras que nos son conocidas, es más fuerte que la muerte. Es un amor que nos hace inmortales, mediante el recuerdo de los momentos con nuestros seres queridos cuando ya no estén o de la forma en la que queramos verlo según nuestras creencias. Pero, sean las que sean, el Amor es el camino que se nos invita a explorar, pero que debe ser escogido libremente y a la manera que decida cada uno.

No puedo acabar este escrito sin recordar este poema de Ibn Arabí. Un poema que a la vez que me llena de esperanza me entristece, me hace preguntarme como habiéndose llegado a esta conclusión hace siglos y habiéndose expresado de forma tan bella podemos estar en esta situación actual, en la que parece que no hemos aprendido nada como especie. Para mí, va más allá de aceptar al otro independientemente de su religión, sino que se extrapola a todos los envoltorios de los que nos cubrimos los seres humanos (y que siguen siendo eso, envoltorios que cubren a un ser que merece ser amado y conocido, aceptado más allá de ellos).

Mi corazón se ha vuelto capaz de acoger todas las formas,
es pradera para las gacelas, monasterio para monjes cristianos, Templo para ídolos y Kaaba del peregrino, Tablas de la Toráh y Libro de El Corán.La religión que profeso es la del Amor y sea cual sea el rumbo que tome su montura, el Amor es mi religión y mi fe
.”

Ariadna

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