Parecería lo más elemental que al entrar en una organización, cualquiera que sea, nos preocupásemos de conocer algunas cuestiones elementales pero fundamentales: las reglas por las que se rige y la historia que tiene detrás. La historia y no la que nos cuenten «los viejos del lugar«, a veces no tan viejos, so pena de terminar viviendo en una realidad alejada de los fundamentos sobre los que se creó y para los que se supone se mantiene.
La masonería no escapa a lo arriba expuesto, más bien al contrario suele ser un lugar en el que se cae en errores sistemáticos por no molestarnos en conocer cuales fueron los principios inspiradores de una determinada obediencia, si a lo largo del tiempo se produjeron desviaciones y si es conveniente volver a los orígenes en una recuperación de la autenticidad. La tendencia a la transmisión oral y la existencia de «demasiads viejos del lugar«, ni tan viejos en el lugar ni tan sabios como se creen, hace que el peligro apuntado esté presente con más frecuencia de lo deseable y conveniente.
Por fortuna el siglo XVIII está muy lejos y hoy en día es posible acceder a la cantidad de información suficiente para conocer de la mano de autores contrastados, o de la inmersión en archivos propios, casi todo lo que es importante de una organización, podríamos decir que la información disponible en ocasiones incluso puede llegar a ser abrumadora, así que es fácil prescindir de «los viejos del lugar» y con un poco de esfuerzo allegar un pequeño acervo de conocimientos que nos permitan saber donde estamos y para qué se supone que nos unimos a una determinada asociación o gremio.
Una vez en posesión de esos conocimientos básicos sobre la historia del grupo será fácil descubrir las mixtificaciones que se fueron produciendo a lo largo del tiempo y tratar, no sin esfuerzo, de retornar a los orígenes filosóficos en que se fundamenta y procurar acompasarlos a las necesidades de la sociedad en la que se es en cada momento.
El llegar al conocimiento de nuestro grupo nos permitirá comprobar como, en muchas ocasiones, los sucesivos «viejos del lugar» utilizaron su preeminencia para introducir cambios, sutiles o burdos, en los principios originarios y que es conveniente esforzarse por eliminar con el fin de recuperar la autenticidad que los fundadores quisieron imprimir a su obra.
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