Aunque sobre este asunto se ha escrito en otras ocasiones en este mismo webzine no parece estar de más volver sobre él ya que la existencia de diferentes puntos de vista anima a reeditar una reflexión  que nos puede ayudar a descubrir nuevos aspectos o retelaborar los viejos.

Está muy manido lo de contar que se viene a trabajar la piedra bruta aunque no por ello deja de ser cierto, lo mismo ocurre con la expresión  dejar los metales en la puerta, aunque sea algo de lo que deberíamos desprendernos tanto aquí como fuera; no se habla menos de la búsqueda de la libertad que da el conocimiento mientras que llegamos, o tratamos de hacerlo, a la sabiduría.

En fin ya sabéis, todas esas cosas que nos obligan a repensar nuestra vida, nuestra manera de caminar por ella, nuestros valores y tratar de que todo ello se encuentre perfectamente a plomo en la vertical y recto en la horizontal y que utilicemos con la mejor inteligencia posible las herramientas de nuestro Grado.

Si es cierto que venimos a aprender a dejar los metales a la puerta no lo es menos que debemos aprender a no dejarnos deslumbrar por los que, a pesar del esfuerzo, se quedan adheridos a las rocas de la cantera. También debemos aprender a distinguir lo valioso aunque su fulgor sea mucho más tenue que el de las baratijas desechables y prescindibles. Aunque como humanos es fácil que caigamos en el error de tropezar sistemáticamente en la misma piedra, el tomar por bueno lo que no es sino fatuo, debemos esforzarnos hasta conseguir la maestría de distinguir lo noble entre montañas de basura.

Venimos a aprender, aunque esto no sea una Academia, porque en el fondo no se trata más que de aprender a construirnos. Decimos que buscamos el Progreso de la Humanidad, pero mal podremos pretender cambiar la sociedad si no somos capaces de conseguir que nuestros actos estén de acuerdo con nuestros ideales en un auténtico proceso de deconstrucción-reconstrucción que nos llevará antes a cambiar nosotros que a construir la sociedad ideal a la que aspiramos en el marco de nuestra Constitución Internacional.

Venimos a aprender, porque de alguna manera esto es una pequeña escuela, con su método, mas sin profesores. Los Maestros y Maestras no son, no somos Magistri ni Magistra, lo que quiere decir que no venimos a impartir magisterio aunque sí deberíamos preocuparnos de ser ejemplo, buen ejemplo, de lo que debe ser un masón, una masona. Sin alharacas, de manera natural y hasta estar dispuestos, faltaría más, a que cualquier Hermana o Hermano del Grado que sea nos diga, si viene a cuento, Hermano, Hermana, te estás equivocando y me estás confundiendo, tu comportamiento no es el que debiera según aquello que nos explicáis y nos dicen nuestros Rituales y Mementos; aquello que nos dices que es la filosofía de la masonería. En definitiva preocuparnos por ser poseedores de la auctoritas, aquello que, para los romanos, era lo que poseían quienes se dedicaban a la formación

Venimos a respetar, eso que llamamos tolerar y que para algunos hermanos suenan mal porque piensan que la tolerancia se practica desde una posición de superioridad. Y yo les digo que eso es así cuando existe la potestas pero que aquí, donde reina la igualdad, es imposible ver las cosas a través de ese prisma, pero que si hace falta no hay inconveniente en sustituir tolerancia por respeto.

Venimos a aprender a ser élite, a pensar y a hacerlo de manera crítica, huyendo de cualquier dogmatismo, incluso de aquel que todos llevamos pegado a nosotros, el que nace de intentar defender nuestra verdad, por pequeña y errónea que sea. Venimos a ser élite, digo, pero únicamente porque, además de luchar contra toda forma de pensamiento dogmática, asumimos como propios y tratamos de poner en práctica día a día conceptos como honestidad, justicia, libertad, igualdad, solidaridad.

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