El método de formación masónico tiene una característica que le hace diferente y especial a cualquier otra sistema formativo. No es, por supuesto, una formación reglada, no se ajusta a un currículo homogéneo aunque sí concita un cierto consenso sobre cual debe ser el nivel con el que se abandona cada grado, y con que elementos se cuenta para acometer el siguiente; no existen asignaturas, ni troncales, ni optativas, ni de libre configuración. Las clases magistrales brillan por su ausencia. El maestro debe cuidar de proporcionar a cada uno de sus aprendices el cuidado y la atención debida a sus personales circunstancias y capacidades.
Se trata de construir y para ello, en principio, todas las piedras son válidas e igualmente importantes. No sería posible colocar un frontis bello si en alguna parte del edificio no hubiese una «humilde» piedra que sea la que soporte el peso de la portada, ésta sin aquella no existiría y por tanto y aunque a ojos de una persona no experta el frontis sea lo importante quien conozca realmente algo de construcción es capaz de adivinar dónde se encuentra realmente la fuerza y la belleza de todo el entramado.
Por circunstancias que no vienen al caso he retomado durante una parte del curso que acaba de finalizar las tareas de la Segunda Vigilancia y he sido designado por el taller para ser formalmente el Segundo Vigilante de mi Logia. He de decir que para mi es tanto un honor como una responsabilidad y una tarea gratificante, se trata de hacer que de las semillas que son nuestros aprendices florezcan los Maestros de pasado mañana. Una tarea apasionante.
Pero volviendo al título de este trabajo, y que define realmente el cómo se produce la formación en masonería, es conveniente señalar que ésta es siempre bidireccional. El Segundo Vigilante da aquello que tiene, su conocimiento, su sentido del ser masónico, su fuerza al tiempo que de cada uno de sus aprendices recibe lo que cada cual puede ofrecer que siempre es mucho.
Todos hemos vivido y por tanto llevamos encima el conocimiento que propociona la mezcla de buenos y malos momentos, experiencia. En el caso de Aprendices, si son jóvenes en edad, lo que recibe el Segundo Vigilante es la savia nueva que llevan las personas jóvenes en sus venas, los ideales, la ilusión, el empuje de la juventud. Si se trata de personas adultas, la ilusión de quien comienza algo nuevo a una edad en la que normalmente no se comienzan proyectos, experiencia, ganas por saber y aprender.
En cualquiera de los dos casos, siempre se trata de cualidades de alto valor todas ellas y que son recibidas el Maestro a cambio de lo que él puede proporcionar, sabiduría, alguna y más por viejo que por otra cosa; experiencia, bastante; energía, la que haya sido capaz de acumular si ha llegado a entender el verdadero sentido del Arte; conocimiento, variable en cantidad y calidad en función de cómo haya hecho su camino; prudencia, compromiso ….
No se trata de ejercer de profesor sino de maestro y por tato lo primero que debe dar, y que en ocasiones deberá tratar de obtener y siempre acrecentar, será ejemplo de vida de acuerdo a esas reglas no escritas que van implícitas en el ser masónico. Forzosamente, para transmitir todo lo que el aprendiz necesita, habrá de tener siempre presente que en éste largo y en ocasiones complejo camino siempre debemos estar en disposición de aprender. Somos, ya se ha dicho seguramente muchas veces, eternos aprendices aunque no aprendices eternos.
He dicho
Es exactamente lo que pedimos como aprendices ejemplo de vida masonica, para llegar al nivel de maestro con formación masonica y llenos de luz, para.poder dar ejemplo a otros, siempre con humildad cosa se agradece cuando vez que tu maestro.no olvida lo que es una semilla. Es un buen trabajo y un bonito tema FORMASE FORMADO, LA FORMACIÓN MASONICA