Decía Anderson en su famosas «Constituciones»: «El masón, debe ser una persona tranquila, sometida a las leyes del país donde esté establecido y no debe tomar parte ni dejarse arrastrar en los motines o conspiraciones fraguadas contra la paz y contra la prosperidad del pueblo, ni mostrarse rebelde a la autoridad inferior, porque la guerra, la efusión de la sangre y los trastornos, han sido siempre funestos para la Masonería«. La verdad es que cada día me sorprende más que semejante aserto haya podido ser considerado como verdad inmutable va ya para tres siglos en una sociedad, la masonería, cuyo fin primordial parecería ser precisamente el de formar individuos capaces, precisamente, de hacer todo lo contrario a lo que predicaba el pastor metido a legislador masónico.
No se me exalten, no voy a predicar la revolución por más que bastantes de nuestras Hermanas y Hermanos hayan sido actores importantes en movimientos revolucionarios en distintos momentos de la historia -no hace falta irse muy lejos ya que en el propio Derecho Humano tenemos sobrados ejemplos de lo que es luchar de manera activa contra situaciones de opresión- aunque sí romper una lanza en favor de una toma de actitud más activa por parte de los masones en unos momentos en los que como los presentes son necesarias actitudes decididas para romper un «status quo» que rompe de una manera clara con la filosofía básica de la ética masónica y que, no está de más recordarlo, se resumen en el ya famoso trilema de LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD.
No se me exalten pero tampoco se acomoden, precisamente la puesta en práctica del citado trilema es el que debe empujar a los masones y las masonas a una intervención decidida en los asuntos públicos aunque no necesariamente en el seno de las organizaciones políticas al uso, hasta el extremo de dejar en puro papel mojado, o a modo de reliquia histórica, la recomendación de Anderson de ser «sumisos con el poder instaurando« por más que tal actitud de rebeldía lleve aparejados algunos de los males sobre los que nos advertía el pastor presbiteriano.
Los miembros de la fraternidad masónica tenemos el deber ético de luchar por conseguir sociedades más libres, igualitarias y fraternas en las que los seres humanos alcance las mayores cotas posibles de felicidad y aunque esto último también debería ser objetivo de los gobernantes, estamos viendo cada día y en cada rincón del mundo que no sólo no es así sino que cada vez nos alejamos más de ese ideal.
Esta manera de entender el trabajo político es la que debería ocupar los afanes de la masonería, la otra, la de la conquista del poder sin que de ello resulte el menor beneficio para la sociedad en general, y sí muchas veces perjuicios, es la que deberíamos proscribir de nuestro diario trabajo. Sigamos, pues, los pasos de quienes nos precedieron, Maria Deraismes, Georges Martin, Marie Bonnevial, Louis Michele, Eugène Piron …… y tantos y tantos otros miembros de la francmasonería universal para los que la rebeldía ante la injusticia fue el motor de su acción en pro de un mundo mejor, la auténtica manera de hacer Política y si Anderson no estaba de acuerdo con ello llevémosle, simplemente, a las vitrinas de las reliquias históricas.
He dicho
Dogma: «Fundamento o puntos capitales de todo sistema, ciencia, doctrina o religión»
Sorprenden las «Constituciones» y la masonería adogmática debería interpretarlas y situarlas historicamente a la hora de utilizarlas como arma arrojadiza.
Juliano
Querido Juliano, solamente una aclaración que creo que resulta conveniente desde la óptica que, como miembro del Derecho Humano, observo las «Constituciones» (efectivamente para algunos son LAS, inamovibles e intocables) con una perspectiva ligeramente diferente en tanto en cuanto el DH puede considerarse como una masonería nueva que rompía claramente con algunas de las herencias y tradiciones de la masonería adogmática o no por el simple hecho de que nacía con un «grave pecado original» desde el punto de vista «andersoniano»: había osado dar entrada a la mujer.
Esa es la razón por la que, como bien me dijo un H.·. en cierta ocasión, no tenemos que reinterpretarlas por la simple razón de que las hemos superado.
TAF
Me parece importantísimo señalar que las Constituciones de Anderson son propias de una época y se ajustaban a aquellas costumbres aceptadas socialmente en aquel entonces.
La M.·. no puede quedar anquilosada, petrificada en aquél pasado y es lógico que el progreso científico de los últimos dos siglos haya dado lugar a cambios esenciales en la filosofía masónica. No es lógico, sobre todo, que en muchos casos no se haya avanzado en la revisión y desarrollo del principio de igualdad que ocupó gran parte de la reflexión filosófica de los s. XIX y XX. El DH nace justamente en medio de ese debate político y filosófico, dando un paso más en el desarrollo de una masonería congruente con el desarrollo de la noción de justicia social, las libertades, la igualdad y la solidaridad.
El apego de una cierta masonería liberal a las Constituciones de Anderson, no tiene mucha explicación, primero porque nos metieron en un embrollo, segundo porque nos las escribió todas ellas Anderson, sino Desaguliers, tercero porque hasta el XIX fueron unas Constituciones que durmieron una larga siesta, no tenían ninguna importancia ni en Inglaterra, ni en Francia, y para terminar la parte más dogmatica, va ser la que escoja Dermott para asentar su reforma «ortodoxa» que se será el paso para el nacimiento de la GLUI.
Por otro lado esa querencia de no hablar de religion y politica hay que contextualizarla en las guerras religiosas y ploiticas del momento
J.P Sartre