Reflexiones de un Hermano Compañero al hilo de, o provocadas por, una lectura de un trabajo aparecido en un blog masónico sobre determinadas maneras de «entender» la masonería. Un ejemplo de construcción a partir de una piedra encontrada en la cantera, cualquier cantera.
Al hilo de una trabajo leído en un medio digital de mano de un muy apreciado hermano, reflexiono profundamente desde mi sofá mientras con un pie arrullo el cuco en el que duerme mi hijo recién nacido.
Leo como el hermano lamenta como en algunas Logias se puede observar como ciertos Hermanos que, con su comportamiento, pareciera que anduvieran más en un Ateneo o club social que trabajando un camino iniciático.
Blanco con negro. Negro con blanco. Estos contrastes, no tan evidentes al cobijo de septentrión, se tornan más palpables y notorios bajo la brillante luz reinante que entra desde la columna de mediodía. Uno, pasado el shock inicial en el que un aprendiz anda sumergido, tiende a normalizar la situación y a fijarse con más detalle no tanto en un ritual que comienza a ser mecanizado, sino en los componentes con los que convive.
La tentación de la comparación de los trabajos sobre la piedra, se vuelve insoportable. Quien talla más y mejor, quien perfecciona mejor sus caras, y quien se toma más descansos u holgazanea frente a una obra siempre inacabada.
Esto, para mí, lejos de una pérdida de tiempo o algo “impropio” de los talleres, me parece una valiosísima lección. El compañero empieza a aprender técnicas de perfeccionamiento sobre la piedra, y he aquí que, fijándose, aparecen vetas de metal difíciles de arrancar. Pareciera que cuanto más perfeccionamos el uso de las herramientas, más capaces somos de ver las imperfecciones del material. Esto, intuyo, se hace extensible a todo el camino masónico, infinito tanto en extensión como en contenido.
Sale a relucir el ego, los agravios comparativos, el yo más y mejor, él “éste o aquel”. Las tentaciones de hablar de Logia fuera de Logia, de abanderarnos del noble motivo de “preservar” el orden y el buen hacer dentro de Logia. Como si viéramos de manera exclusiva todos los metales insertos en el taller por los Hermanos.
Pues bien, he ahí mismo la lección, impagable y preciada lección. Pues con toda esta visión y “claridad meridiana” de la situación, tan solo posponemos de una manera absolutamente egocéntrica el trabajo inacabado interior.
Si somos capaces de no quedarnos con lo que consideramos fallos de los demás como motivo para la queja, y los grabamos en nuestra mente como defectos a evitar en nuestra propia piedra, se abrirá ante nosotros una nueva visión de nuestro entorno infinitamente más rica para nuestra labor. Y la paz y la armonía reinarán en nuestro templo interior, convirtiendo los obstáculos en lecciones y los metales en oportunidades estupendas para perfeccionar nuestra labor de cantería.
He dicho.
Omar
Querido Omar, hermano, has descrito, con precisión, no solo como la perspectiva varía desde la columna de la que se observa, sino la iluminación de esa misma perspectiva. Y si,, los «metales» son la asignatura pendiente de todo francmasón. Tu hablas de «vetas de metal difíciles de arrancar» , y quizás esto sea el núcleo de toda auténtica formación, ¿ Como hacemos esto ? ¿ Solo con voluntad ? A mi juicio, la conquista de la impersonalidad en logia, que no el anonimato, es la clave de todo el edificio, de toda la Obra.
Fraternalmente
Fernando