Si existe una prenda que defina claramente al masón esa es, sin duda, el madil. Lo hace hasta el extremo de que no es raro ni mucho menos, escuchar la expresión “masones sin mandil” que si pudiera ser admisible en boca de profanos resulta bastante inadecuada cuando quien la expresa es alguien que ha sido iniciado en masonería. En cualquier caso y como esa sería otra historia dejémosla para otro momento.
El mandil que se entrega de manera inmediata a quien se inicia en masonería y de porte obligatorio en todas nuestras Ten.·., como nos indica nuestra Constitución internacional, es tanto una reminiscencia de nuestros orígenes como, desde un punto de vista más profundo, un símbolo de cual será nuestro principal trabajo desde el momento en que se nos admite en la cofradía de los Hijos de la Viuda.
Blanco a lo largo de toda nuestra vida masónica, aunque en algunos grados lleve incorporados otros colores y/o símbolos que nos indicarán que quien lo portan ha caminado algo más allá, y originariamente de piel, es la protección que usamos en el trabajo de desbastado de nuestra piedra bruta.
Su forma será siempre la misma, y aunque aparentemente podamos encontrar diferencias el que portamos es siempre el de Aprendiz.
En el primer grado, cuando somos poco o nada diestros en el manejo de las herramientas y nuestros trabajos se llevan a cabo en la cantera y, entre otras tareas, deberemos trasladar piedras de un lado para otro, su babeta irá levantada con el fin de proteger tanto nuestro vientre como nuestro pecho. En esta etapa, además, y dada nuestra impericia en el manejo de nuestras herramientas básicas -el mallete y el cincel-, unido al hecho de que nos dedicamos a un primer desbaste bruto de nuestra piedra, no será raro que algún golpe mal dado haga que las esquirlas salten a cierta altura y, por tanto, debamos tratar de cubrir la mayor parte de nuestro cuerpo con el fin de preservar nuestra integridad.
En el segundo grado, algo más duchos y dedicados a tareas algo más especializadas y en busca de una cierta comodidad de movimientos para una mejor realización de aquellas, bajaremos la babeta que permanecerá en esa posición a lo largo de toda nuestra vida masónica. Ésto, unido al lugar que ocupamos en el Templo indicará a todos que hemos alcanzado la segunda etapa de nuestro largo viaje.
¿Por qué llegados al 3º Grado, la Maestría, seguimos portando el mandil? Si en nuestros trabajos ya no utilizamos el mallete y el cincel sino que lo habitual es que utilicemos instrumentos más avanzados, y menos peligrosos; nuestro trabajo es ya, debería serlo, el del desbaste fino ¿qué necesidad tenemos de seguir utilizando una prenda protección?
Creo que tratar de contestar al interrogante anterior no puede hacerse desde una única respuesta, no puede por cuanto las cuestiones implicadas son varias y no podemos reducirla al consabido “somos eternos aprendices” y este mandil nos lo recuerda. Cierto es el aserto, sin la menor duda, pero si nos quedásemos ahí seguramente sería indicio de que los ribetes rojos quizás llegaron antes de tiempo o no hemos sido capaces de asumir en su integridad las exigencias del grado.
En primer lugar la Maestría nos exige seguir el desbastado de nuestra piedra bruta por cuanto será difícil que hayamos terminado nuestro trabajo de pulido; en segundo lugar los Maestros y Maestras no somos una casta que viva aislada o separada del resto de los miembros del taller, esta prenda nos recuerda nuestra obligación de estar siempre dispuestos a aprender como cualquier Aprendiz y en tercer lugar ,y debido a que nuestros mandiles se diferencian claramente de los del resto de Hermanas y Hermanos, nos recuerda a más de incorporar un plus de compromiso, la obligaciòn permanente de ser un ejemplo, un buen ejemplo.
He dicho
Pedro-José
gracias por la hermosa plancha, adelante S.F.U.
Buena explicación Pedro José
Buen razonamiento. Yo personalmente creo que se debe al que el mandir de MM.´. es una especie de «uniforme de gala». Realmente el Maestro ya no debe «temer» herisrse con el manejo de las herramientas.
Aunque al portarlo le recuerda que sigue siendo picapedrero y que no debe abandonar nunca el «¨pié de obra» sumergiéndose en estratosféricos pensamientos.
Por otra parte, agradecer una Plancha netamente masónica que no hable de republicanismo, laicidad, anticlericalismo, igualitarismo y otras zarandajas tan queridas a la masonería hispana «tan diferente». SFU
Querido ¿Hermano? digamos que sí, en este blog se publican post de todo tipo y entre los que no son menos los dedicados a cuestiones simbólicas ya que lo nétamente masónico, para quienes pensamos que la masonería debe ser profundamente humanista o no será, es todo. Concretamente y para nuestra Orden el laicismo es una de sus señas de identidad y en cuanto a lo que llamas igualitarismo debe ser aquello que se enmarca en nuestra divisa Libertad, Igualdad, Fraternidad.
En fin lo de zarandajas de la masonería hispana, me imagino que no de toda obviamente, es lo que algunos etendemos como el trabajo de la masonería en el siglo XXI y que para nosotros consiste en continuar fuera la obra comenzada en el templo
Fraternalmente, anónimo comunicante
Siendo nosotros mismos la piedra bruta sobre la que trabajamos el simbolismo del mandil quizás se amplía aún más. Tal vez podamos entender, además de lo que razonadamente has indicado en tu plancha Q:. Hno:., que también nos sirve de protección frente a nuestra propia mismidad o mejor aún, frente a las pasiones que siempre provienen de lo inferior, de lo bajo, de lo que se cubre con el mandil.