Hace algún tiempo me preguntaba un Hermano cuales habían sido los motivos que me habían traído a la masonería, esta pregunta me hizo mirar un poco hacia atrás y comprender la distancia que existe entre aquello que nos mueve en una búsqueda y lo que realmente encontramos.
Le contesté que, por aquel entonces, la masonería se presentaba para mi como la máxima representación de un concepto que me sigue siendo muy querido, la Libertad, aunque el paso del tiempo me ha hecho modificar algunas de mis antiguas apreciaciones sigo manteniendo viva la misma querencia.
La masonería era para mi como esa «caja sorpresa» que cuando éramos niños nos tentaba entre el montón de baratijas de la mesa del buhonero del barrio. Nuestra imaginación nos decía que por malo que fuese su contenido siempre sería mejor que cualquiera de las cosas que la rodeaban, cuando conseguíamos reunir el dinero suficiente para comprarla solía acometernos, en la mayoría de los casos, la desilusión ante un contenido no muy diferente a todo lo que teníamos ante nuestros ojos.
La masonería, mi «caja sorpresa», produjo en mi un efecto similar, cuando la abrí me di cuenta de la enorme distancia que existía entre aquello que yo anhelaba y lo que realmente me ofrecía.
Afortunadamente han pasado suficientes años para ver aquella «desilusión», al comprobar que allí dentro no había nada mágico, como la primera enseñanza que me proporcionó la hermandad de los Hijos de la Viuda. Primera enseñanza de otras muchas que vinieron con el paso de los años y que, al final, me están mostrando que al contrario de lo que parecía al principio, dentro de la caja había muchas y buenas razones para dar el paso inicial y persistir en el empeño. Y ello a pesar de las naturales y humanas desilusiones, caídas y demás desgracias que acontecen en un camino que no lleva a los más profundo de nuestro ser. Desventuras que suelen ir acompañadas de los afectos fraternos, las manos amigas y el caudal de conocimiento que se derivan del peculiar método de trabajo masónico y que viene a compensar aquellas cosas negativas inherentes a cualquier obra humana.
Es evidente que si continúo en la Orden es porque aquella aspiración ha tenido la correspondencia esperada y además, con el paso del tiempo y el trabajo, se ha modificado en algunos aspectos que hoy considero fundamentales y que han venido a mejorarla. De manera añadida he encontrado algunas cosas más en la caja que han venido a confirmar el infinito valor de su contenido, muchas de ellas difíciles de expresar porque corresponden a esa parte íntima y que nos reservamos para nosotros mismos, otras las he ido volcando en notas y pequeñas reflexiones allí donde he tenido ocasión. El resumen de algunos años de caminar por esta en ocasiones plácida, en ocasiones abrupta senda, es que la andadura merece la pena y que debemos esforzarnos por llegar hasta el final que aunque se vea lejos se encuentra dentro, muy dentro de nosotros mismos.
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