Para quien haya escarbado en la historia de la masonería, en los nombres de aquellos de entre sus componentes que alcanzaron más notoriedad, no resulta difícil encontrar personas con un alto sentido ético y un gran compromiso con la sociedad de su tiempo.
No voy a referirme,por ejemplo, a nuestros fundadores ya glosados en diferentes ocasiones y que seguramente seguirán siendo nombrados y recordados por sus actos, reflejo de ambas virtudes. Tampoco me voy a referir a quienes ocuparon la más alta instancia de nuestra Orden, quienes fueron elegidos para ocupar el cargo de Gran Maestro, su pensamiento se encuentra disponible en un magnífico libro editado por la Fundación Maria Deraismes (Grandes Maestres, tenéis la palabra). Podría evocar a Louis Michel pero por fortuna su figura ya ha sido glosada en este mismo blog, quizás referirme a la portuguesa Maria Adelaida Cabete pero creo que merecería algo más que una simple reseña y a la que en algún momento habrá que dedicar un comentario. Tampoco quiero incidir más allá de su simple enumeración del pedagogo Ferrer i Guardia que da nombre a una de nuestras logias en Barcelona, o los múltiples anarquistas de renombre que poblaron las logias españolas, francesas o italianas en el XIX y principios del XX o aquellos que en la actualidad se sientan en nuestras columnas. Ni hace falta ni es necesario ni tan siquiera es el objeto de este comentario.
Por encima de quienes consideran la masonería como algo caduco y cuya única finalidad está en el estudio del simbolismo de los útiles de los canteros medievales, existe una realidad que se plasma en el permanente compromiso social de muchos, ¿por qué no decir de todos?, de quienes ocupamos un hueco en las filas de la masonería se pertenezca a la obediencia que se pertenezca y en el bien entendido de que este compromiso es perfectamente compatible con una cualidad inherente al hecho de pertenecer a la francmasonería: el camino iniciático.
Para algunos nos resulta inseparable el compromiso social de la asunción de un determinado modelo ético que pasa, de forma ineludible, por el cumplimiento del mandato de nuestra triple divisa LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD tomada como un todo armónico e inseparable y no como conceptos que pueden convivir de forma independiente y que de ser así, darían como resultado algo completamente diferente a lo que la masonería, al menos la liberal y más concretamente nuestra Orden, busca: la consecución de sociedades más justas, libres y fraternas.
El compromiso social y ético de los miembros de nuestra Orden, sin excepción, se demuestra cada año en el trabajo social que todas las logias deben realizar y cuya síntesis son los diferentes documentos que se van publicando fruto del consenso entre las diferentes posturas que sobre una misma cuestión pueden encontrarse en una sociedad, no por reducida, compleja y heterogénea.
Por otra parte es evidente que este compromiso puede, y de hecho lo es, asumirse desde posturas ideológicas diferentes aunque siempre teniendo en cuenta la indivisibilidad de la divisa antes citada. Unir lo disperso incluso desde el punto de vista ideológico es uno de nuestros trabajos aunque quizás la dispersión no pueda ser absoluta.
Masonería Mixta Internacional
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