Una parte importante del acervo masónico se encuentra en las leyendas que dan cuerpo a los grados menos operativos, aquellos que van más allá del 2º y que raramente tienen relación no ya con la antigua masonería sino con prácticamente ninguna tarea operativa.
Es necesario conocer el origen de todo este corpus legendario para comprender las posibilidades y amplitud del campo de trabajo que se abre ante quienes tratamos de buscar nuestro mejoramiento personal como método de cambio de la sociedad ya que, al igual que la simbología contenida en las herramientas de los dos primeros grados, permite la libre interpretación y en consecuencia la adecuación a las diferentes ideologías o formas de pensamiento que se dan entre las personas.
Básicamente nos encontramos con un compendio de leyendas que nacen de un tronco común, em parte también legendario, y que no es otro que la construcción del Templo de Jerusalén por el rey Salomón. Aunque es cierto que quienes fueron hilvanando el variopinto corpus en que se basa toda la simbología masónica podrían haberse atenido a la literalidad de los textos bíblicos, no lo es menos que la imaginación de los diferente autores a quienes debemos nuestros textos fundamentales era lo suficientemente prolífica como para que cada cual aportase alguna pequeña piedra personal para embellecer. y enriquecer una historia ya de por sí imaginaria, pero a la que había que dotar de algo más que permitiese su utilización fuera de los lugares y circunstancias para los que habían nacido.
Dado que no se trataba de construir una nueva religión, sino de crear una escuela de perfeccionamiento personal, bastaba con una ínfima parte de todo el compedio del Antiguo Testamento, tan ínfima que finalmente se redujo a la figura de Salomón y el Templo, y se fue trufando de historias colaterales necesarias para rellenar aquello que fuese necesario, prácticamente todo, hasta el extremo de que los añadidos superaron con creces a los fundamentos a la par que tergiversaron- sin el menor ánimo de confundir obviamente-, retorcieron y recrearon, como meras licencias poéticas, aquellas partes de la leyenda bíblica que se fueron considerando necesarias.
No obstante, y a la par de elementos legendarios se echó mano de algunos toques históricos, la destrucción del templo de Jerusalén por parte de babilonios y romanos y la especialización de algunas de las tribus de Israel, para así poder contar con un cuadro simbólico adecuado a la realidad sobre la que trabajar.
El paso del tiempo y las modas fueron añadiendo elementos de los que, quizás, se podría prescindir por resultar ajenos a la razón principal de ser de la masonería, aunque siempre está en nuestras manos no perder demasiado tiempo en lo accesorio habida cuenta de que ese deberá ser detraído del dedicado al objeto principal de nuestro trabajo, así como componentes filosóficos con plena vigencia a pesar del tiempo transcurrido como podría ser la presencia de Kant y su pensamiento.
En cualquier caso no olvidemos la principal máxima de la masonería,aquí todo es símbolo, y su interpretación abierta a las necesidades de cada cual.
Gran parte de las leyendas proceden de ese corpus operativo que encuentra en la Francmasonería especulativa su proyección. Sin embargo, mas allá de su interpretación, las leyendas así como el simbolismo que en ellas subyace, representa como un plano de un tesoro. Necesariamente este se oculta en el interior de cada un@, y probablemente este plano guíe hacia un estado de autoemancipación.
Ygelia
El Compagnonnage conserva en su interior gran parte de leyendas vinculadas al «Oficio». La palabra «Oficio» del latín «Officium», describía el, un «Deber», de este modo ambas palabras concurren en significados. Las leyendas acogen, envolviendo, un sentimiento de pertenencia a un grupo operativo determinado. Nosotros hemos recibido este corpus y quizás una de nuestras responsabilidades sea también enriquecerlo.