EL otro día curioseando por una librería de Madrid me encontré con este pequeño tesoro. Con las primeras palabras de la introducción del autor, ya caí rendido.
“La libertad constituye una exigencia indeclinable del espíritu humano y un supuesto incondicional de la dignidad del hombre..La naturaleza de la Libertad es frágil en extremo, tanto que su establecimiento en la vida social, requiere una energía moral inagotable, y su defensa una constante vigilancia….la Libertad no se encuentra ligada en forma indisoluble a ninguna organización, a ningún concreto sistema de instituciones…cada situación social reclama una ordenación congruente de la Libertad….Tiene como soporte una vigorosa actitud ética, sin la cual decae y sucumbe. Sin la Libertad no hay vida humana, propiamente dicha; pero la Libertad está fundada en el núcleo irreductible de la personalidad humana y depende en su eficacia que esta personalidad sepa afirmarse y prevalecer por encima de todo”.
A lo largo del libro, escrito en 1943, el autor desvela la tensión entre Orden y Libertad, declarando a ambas como necesidades de la naturaleza humana, que exigen ser conciliadas y armonizadas en la realidad de la convivencia social, como en el moderno estado de Derecho, con su neutralidad cultural, su división de poderes y atribuciones, y su compleja organización de garantías jurídicas a favor del particular.
Paseamos brevemente por los despotismos orientales y las democracias antiguas donde descubrimos la diferencia entre la libertad dentro de la comunidad y la referida a la pura individualidad. Continuamos por el Medievo y su sistema de garantías basado en los privilegios basados en las acciones y merecimientos, poniendo en relieve el ejemplo de las libertades aragonesas y los cantones suizos. Constitucionalismo inglés y constituciones americanas desembocan en la Revolución Francesa y la Libertad política de Rousseau, y la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, adoptada por la asamblea nacional constituyente en el año 1789.
A partir de este momento nos introducimos en el constitucionalismo y la libertad política, en los principios del estado de derecho, las garantías individuales (libertad de conciencia, culto, pensamiento, discurso, prensa, corporal, propiedad privada, inviolabilidad del domicilio y correspondencia y libertad de asociación y reunión) y la separación de poderes.
Al abordar el mundo moderno, descifra la crisis que desembocó en los movimientos revolucionarios del proletariado, al convertirse las necesidades en medios y el propósito de lucro en un fin.
Como conclusión y citando de nuevo a Francisco Ayala:
«El estímulo resorte último de la Libertad se encuentra en el fondo del alma humana: su implantación y su defensa en la sociedad es siempre la obra de una especie de heroísmo ético, y requiere una inagotable energía espiritual y una actitud de incesante y celosa vigilancia. Tan pronto como aquella disposición heroica se distiende, esa energía se disipa, y esta vigilancia se relaja. La Libertad – arruinado su fundamento moral- desaparece del mundo, para refugiarse en el alma de los mártires.Todos estamos obligados a esforzarnos por conseguir que en la sociedad presente no haya mártires, pues que no puede haberlos sin que existan al mismo tiempo sus verdugos”.
Como dice Almudena Grandes en su epílogo, “La Libertad no es un valor abstracto, una bella idea que pueda sostenerse en la limpieza impoluta de los márgenes, sino una realidad concreta cuya defensa exige compromisos, decisiones y la responsabilidad de arremangarse, y mancharse las manos, y sudar por ella en una coyuntura histórica determinada”.
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