Repasando el libro de Raoul Bertaux, «La symbolique au grade d’apprenti» me percato de una cuestión importante y a la que se le suele prestar muy poca o ninguna atención, aquella que se refiere a la adaptación del lenguaje simbólico al del tiempo en el que se vive. No es únicamente este autor quien hace referencia a esta especie de inmovilismo en el que se ha sumido la masonería desde, prácticamente, los años 30 del pasado siglo.
Diversos estudiosos del simbolismo y los rituales masónicos han llamado la atención sobre esta cuestión en repetidas ocasiones, aunque es evidente que se predica en el desierto ya que una y otra vez se vuelve sobre caminos trillados, y se repiten «novedosas» interpretaciones de la simbología que no son mas que refritos de lo ya dicho y publicado en numerosas e incontables ocasiones. Nadie se arriesga a ir un paso más allá salvo osadías casi anecdóticas.
¿Por qué se produce esta parálisis? Nuestras Hermanas y Hermanos Aprendices siguen los mismos surcos en los que todos nos vamos hundiendo sin casi darnos cuenta, en parte por comodidad, en parte por la falta de osadía de sus Vigilantes para animarles a visionar de una manera diferente lo que no puede verse hoy como se veía en el siglo XVIII. Otro tanto les ocurre a quienes se encuentran en el Segundo grado, ese que debiera ser proclive al descubrimiento, la investigación y por tanto a la exposición de nuevas y seguramente interesantes visiones de los elementos simbólicos con los que se trabaja cuando eres Compañero. Finalmente nos encontramos con quienes accedemos a la maestría que, convencidos de haber alcanzado una meta, nos esforzamos por no hacer absolutamente nada con el fin de reponernos de los «esfuerzos» realizados durante las etapas anteriores.
Resulta espeluznante encontrarse con Hermanas y Hermanos que tienen como libros de cabecera las ediciones de Álvaro Lavagnini, en mi modesta opinión auténticos monumentos a una visión de la masonería absolutamente superada incluso cuando se editaron. Pero así son las cosas cuando el mercado masónico en castellano es exiguo, y cuando el dominio de los idiomas no es algo de lo que podamos presumir por estas tierras. Mientras que cualquier librería o gran superficie multimedia francesa cuenta con una bien dotada sección dedicada a la producción francesa o belga en la materia, en España lo poco que hay se encuentra entremezclado con las ediciones dedicadas a lo último en magia, brujería, servicios secretos o teorías de la conspiración, un lugar al que no se suelen acercar más que los interesados en esos temas y entre los que no solemos estar los masones.
Bien es cierto que no menos espeluznante es el escaso interés que, hablo de miembros de la Venerable Orden de los Hijos de la Viuda, se muestra por entender qué es la masonería, qué es una sociedad iniciática y cómo el simbolismo debe ser estudiado, analizado y diseccionado, a poder ser con el lenguaje de nuestro tiempo pero siempre dentro de los parámetros en los que debe moverse una sociedad iniciática. El por qué de los rituales, su utilidad y su sentido más allá de la liturgia, su evolución a lo largo del tiempo de cara a ir adaptándolos a lo que sociedades más exigentes en este aspecto demandaban.
Y no es que los temas masónicos no despierten interés, este blog es una buena prueba de ello, y también el que los posts más leídos sean, mayoritariamente, aquellos dedicados al simbolismo masónico (ver esta lista de los más leídos en 2014), mostrado desde perspectivas novedosas y aunque seguramente no siempre se consiga al menos se intenta escapar de ese inmovilismo, de ese adocenamiento que se ponía de manifiesto en las líneas que anteceden.
Sin duda el simbolismo es dinámico, y para nada se asemeja a un museo de alegorías. Sin embargo su dinamismo solo es posible desde ese comprender, que es conocer, y por tanto sentir.