Fieles al principio de laicidad , respetuosos de la absoluta libertad de conciencia de cada uno……
La Orden no profesa ningún dogma y rechaza todo dogmatismo; trabaja en la búsqueda de la verdad…..
Las dos citas anteriores corresponden al comienzo de los artículos 3º y 5º de la Constitución Internacional de la Orden masónica Mixta Internacional (OMMI) Le Droit Humain y reflejan, a mi entender, el camino por el que se hace posible la convivencia de personas de distintas creencias, o de la ausencia de estas, en el seno de una Orden que pretende desde sus inicios convertirse en punto de reunión de gentes diferentes en diferentes partes del globo, de ahí su acendrado internacionalismo ya tratado en este blog en algunas otras ocasiones, así como su inequívoca apuesta por el laicismo como elemento integrador de las personas por encima de alguna de las cuestiones que más las separa, las creencias.
Quienes nos sentamos en las columnas de las logias de Le Droit Humain somos conscientes de que esa cuestión es un asunto que atañe a lo más íntimo del ser humano y que por tanto no ha de ponerse en cuestión ninguna de las diferentes posibilidades que existen. Del mismo modo, todos somos conscientes de que resulta imprescindible entender correctamente el concepto de laicismo como instrumento único para que esa convivencia pueda llevarse a cabo correctamente.
Es importante, en mi opinión, remarcar también aquello que se dice en el ya mencionado artículo 5º, la Orden no profesa ningún dogma, y tratar de que esa acepción del dogma no se quede reducida simplemente a la cuestión religiosa ya que, aparte de falso, sería dejar la cuestión relegada a una única concepción del dogmatismo.
Existen demasiados «dogmas» no religiosos aunque quizás sea más conveniente describirlos de otro modo y así hablar de posiciones rígidas e intolerantes en lo ideológico, o las que se aferran a un cientifismo exacerbado y que desprecia cualquier opción espiritual por considerar que esto es contrario a la razón y como si ésta fuera algo unívoco, inalterable y dictado por alguien poseedor de algún arcano hurtado al conocimiento de la generalidad.
En casi todos los casos de dogmatismo, religioso o no, encontramos un punto de soberbia intelectual nacida, pienso yo, del convencimiento -consciente o inconsciente- de que quien detenta determinados conocimientos se encuentra un escalón por encima de los demás, algo que para quienes trabajamos en la masonería no es más que el reflejo intelectual de los metales, esa pesada carga tan difícil de erradicar de nuestros comportamientos.
Pensemos, pues, que las creencias, cualesquiera que estas sean y del tipo que sea, pertenecen a la misma esfera que su ausencia y que nadie es la persona adecuada para decirle a otra si aquello con lo que siente a gusto es correcto o incorrecto, y que en todo caso cualquier debate sobre este asunto debe llevarse a cabo desde la fraternidad y desde el convencimiento de la absoluta igualdad de todas las personas, por encima, por supuesto de las creencias o de su ausencia.
Creo que es importante el principio de la libertad y autonomía y tambien de la tolerancia hacia lo diferente. Me parece que es lo que dice el artículo y en lo que yo también creo. Parece simple, pero la verdadera tolerancia a la diferencia de credos o pensamientos puede ser a veces dificil.