Existe una pregunta de quien preside la cámara en el momento de la iniciación masónica a la que se contesta con un «Porque es libre y de buenas costumbres». Hace unos días en el transcurso de una Tenida, y a propósito del debate abierto sobre la cuestión de la libertad de conciencia, alguien dejaba sobre el damero la cuestión de si somos libres o nos hacemos libres.
La cuestión me pareció interesante entre otras cosas porque rompía con alguna de esas tradiciones masónicas que aún quedan por revisar, la de que quienes se acerquen a ella deban ser personas libres y de buenas costumbres, del mismo modo que se ha revisado la pertenencia de la mujer.
Es evidente que el concepto de libertad del que se hablaba en las Constituciones de Anderson ya no es el mismo que podríamos emplear hoy en día, pero la cuestión es ¿somos realmente libres?¿lo somos aún cuando seamos capaces de pensar con sentido crítico? Me temo que no y que por tanto quizás la respuesta que debería darse es la de «Porque desea ser libre …..». No se trata tanto de modificar los rituales que quizás sí, como de repensar en ese concepto y de como lo aplicamos a la hora de evaluar a quienes llaman a nuestras puertas.
¿Es libre quien, por mucho pensamiento crítico que posea, es preso de su soberbia? ¿Es libre quien se encuentra en una situación de precariedad económica pero sin embargo no tiene la menor atadura material?¿Debemos acoger a quien se encuentra en el primer caso y rechazar a quien está en el segundo?
Por supuesto que la casuística a la que nos enfrentamos es mucho más amplia que esos dos ejemplos, quizás extremos y paradigmáticos sobre el modo en que algunas personas piensan dentro de la masonería, pero ciertamente esas, o cualquiera otra, deberían llevarnos al planteamiento de si realmente la misión de la masonería no es la de formar personas realmente libres.
Qué entiendo por una persona totalmente libre, es mi opinión y obviamente sometida al escrutinio de quien lo contradiga: quien mantenga una actitud crítica ante las cuestiones a las que la ciudadanía se enfrenta a diario, la información o desinformación; el dogmatismo en cualquiera de sus formas, y que va más allá de la cuestión de las creencias para asentarse en los terrenos de lo ideológico; quien sea capaz de ejercer la verdadera humildad; quien no se encuentre presa de las cuestiones materiales; quien entienda la igualdad como algo real y no un mero enunciado filosófico, y la practique por supuesto; quien crea en la fraternidad, y trate al menos de practicar la solidaridad.
También es verdad, en mi opinión, que en ese grupo de personas libres podríamos incluir a quienes siendo conscientes de sus carencias o debilidades se encuentran dispuestos a trabajar para modificar comportamientos, manera de pensar ….. en defintiva construir un nuevo paradigma vital que les aproxime a aquello que consideramos la piedra perfecta, la de cada cual y que para nada será igual a las de quienes se afanan junto a nosotros en la construcción de sus propios Templos al Progreso de la humanidad.
En sentido contrario, sería difícil considerar como personas libres no ya a quienes son presas de sus debilidades, sino a quienes se agarran a ese cómodo las personas no cambian cuando la realidad es que sólo cambia quien se afana en realizar ese cambio, esa transformación, metamorfosearse en definitiva.
Así pues, busquemos personas que deseen ser libres más que quienes se consideren libres
La francmasonería nos excede. Es posible que este sea un tiempo propicio para sentir la fragancia de la incertidumbre, al cobijo de toda mirada, en el secreto tranquilo de uno mismo, sin urgencias…. para autoemanciparnos de toda tutela, esa es la potencia del Rito.
Fraternalmente
Y habría q preguntarse si nos podemos liberar d aquello impreso en nuestro ADN, de las respuestas aprendidas hasta el automatismo a lo largo de los siglos, de las inevitables interpretaciones de cada cerebro…. Me quedo con esa precisiòn mucho más justa y q nos hace más justicia a nosotros: “que deseen ser libres” y q a través de ese deseo, con esa meta y sin engañarse, lo intenten.
Entiendo por persona libre, aquella que reconoce su esclavitud y a pesar de ello elige seguir viviendo en el mundo sin ser de él. Aquella que reconoce que es presa de sus pasiones y que quizá le costará toda una vida recorrer el camino de perfección. No en vano, los místicos nos dibujan ese camino en forma de montaña ascendente (Monte Carmelo) o de escalera (Escalera de Jacob o de Climaco), así pues no es algo que tenga que ver con la psicología o la religión a priori, no obstante, nos servimos de estos elementos para trabajar sobre uno mismo de forma integrativa, para recorrer ese camino hacia la libertad.
Pretender que alguien que se autoproclame libre sea requisito para entrar en la Masonería (o cualquier otra organización) es un gran error de entrada, y no porque la persona autoproclamada mienta, seguramente se cree libre, sino porque nadie que diga de si mismo que es un individuo libre, lo es en absoluto (y ahí lo dejo).
Sobre el rito, y sin ánimo de ofender, es necesario en tanto que se entienden como la plasmación de realidades no asumidas todavía en un plano superior, y necesitamos de lo tangible como paso previo a las altas realizaciones. No obstante, un rito, que en su mayoría son de paso, eso es, para pasar de un estado a otro, necesitan de una previa preparación para alcanzar el estado deseado (en la religión católica quedan recogidos en los sacramentos pero actualmente son ritos vacíos, han perdido su sentido auténtico, tanto antropológico como espiritual). Retomando, el rito inicial en la Masonería (soy profana y me tendréis que perdonar) entiendo que no puede ser nunca de iniciación, cuando el que supuestamente está siendo iniciado, no ha sido iniciado todavía.
Por poner un ejemplo, en la orden de los Cartujos, tienen tres/cuatro etapas muy diferenciadas, y la primera de ellas, es una vida más seglar que religiosa, al menos durante el primer año. Si hay vocación, seguirán dos años más preparatorios de noviciado, pero que no será ordenado todavía cartujo, se van subiendo peldaños, de años de estudio y dedicación, todos los días y todas las horas del día hasta un total de 7.
Entonces, volviendo a la iniciación masónica, el iniciado lo es porque alguien de dentro dice que merece ser iniciado, y con algunas preguntas y poco más, ya se le prepara para el rito de iniciación. Entiendo que este primer paso, necesitaría una criba, una preparación y un compromiso. Quizá, si se llevará acabo en esos términos de pragmatismo, probablemente tendrían la mitad de los miembros que tienen.
Eso me trae al recuerdo, aquella escasez de discípulos de antaño, por los que se rogaba al supremo que mandará alguno cuando al maestro, pues llevaba meses o años sin discipulado. «La rosa de Paracelso» lo ilustra magníficamente.
Saludos y gracias por permitirme expresar.