En 1926, meses antes del Convento Internacional de septiembre de 1927, el Muy Ilustre Hermano James I. Wedgwood, antiguo miembro del Supremo Consejo, en ese momento Gran Secretario de la Administración británica y obispo de la Iglesia Católica Liberal, publicaba un artículo sobre la tensiones internas que vivía nuestra Orden al englobar tendencias que él veía irreconciliables.
Presentaba que había tres masonerías dentro de Le Droit Humain, una seguidora de la proyección social del Gran Oriente de Francia, una ritualista y discreta seguidora de la Gran Logia Unida de Inglaterra y otra continuadora de la linea teosófica creada por los Muy Ilustres hermanos Annie Besant y Charles Leadbeater. Exponía el rechazo que algunas federaciones sentían hacia una u otra; llegando algunas estructuras nacionales a impedir que líneas distintas a la establecida en ellas se desarrollaran.
Durante los 90 años posteriores al artículo del hermano Wedgwood las federaciones de la Orden han estado viviendo su tipo de masonería sin mirar a otras y sus órganos directivos han estado marcando y protegiendo sus particulares tradiciones.
Actualmente, debido a la rapidez de las comunicaciones, al haberse derrumbado las fronteras intelectuales no podemos impedir que nuestras líneas se mezclen. Todas las tradiciones de Le Droit Humain nos son comunes y propias. Todos los rituales, desde el heredado a través del M.·. Il.·. Georges Martin de la Gran Logia Simbólica Escocesa de Francia y posteriormente desarrollado, hasta cualquiera de los aportados por el M.·. Il.·. Hermano Leadbeater y adaptados a la secularización de la Orden tras el Convento de 1997, son nuestros rituales.
Sí, todos somos diferentes, pero la tradición continental franco-belga, la americana, la latina, la anglosajona, la nórdica vienen del mismo tronco, esa revolución histórica que fue crear una masonería mixta, igualitaria e internacionalista. Nosotros no fuimos un grupo de masones masculinos que asimiló mujeres. Nuestro desarrollo y nacimiento se basa en esa reclamación universal de que todos los seres humanos son iguales y como tal deben comportarse fraternalmente los unos con los otros. Esa fraternidad que no es más que ver al otro como un igual, comprender y defender sus diferencias. Tanto los creyentes en la existencia o no existencia de una entidad superior como los agnósticos han de respetar y exigir ser respetados. Pues la convivencia entre diferentes es la base de la Fraternidad que eleva los muros de nuestros templos. El respeto y la generosidad nos pondrán en la posición correcta para trabajar codo con codo con los que piensan diferente a nosotros.
Cada rito, cada visión de cómo ha de ser el trabajo masónico, es una rama de ese gran tronco común que es Le Droit Humain, enraizado en la igualdad entre el hombre y la mujer; enraizado en el respeto al diferente, enraizado en una visión progresiva de la historia y la humanidad. Cada logia ha de ser una flor y un fruto de ese árbol, cada una distinta pero todas con el mismo perfume: el de la igualdad entre mujeres y hombres; el del compromiso social; el del librepensamiento. Todos somos iguales pero diferentes en un espacio común, donde el respeto al otro es ley, donde
nuestras creencias particulares son intimas y, por amor y consideración a los otros, no se imponen al colectivo.
Nuestros fundadores, ya sean Georges Martin, Maria Deraismes, Annie Besant, Louis Goaziou… tenían diferentes creencias y filosofías pero los mismos principios, que fueron recogidos en los de nuestra Orden. Pongamos esos principios en valor, vivámoslos cada día. Desde nuestras posiciones intelectuales y espirituales diferentes trabajemos para consumar la aspiración de la Orden: lograr la justicia social en toda la tierra en una humanidad fraternalmente organizada.
Defendamos la Libertad en nuestras sociedades. Luchemos por la Igualdad en nuestro entorno. Potenciemos la Fraternidad en la Tierra.
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