En un mundo digital y virtualizado en el que la mayoría de nuestras relaciones personales las hacemos a través de una pantalla donde ya no hace falta quedar para contarse algo, simplemente mandas un mensaje de whatsapp con el contenido que quieres comunicar, le llega, lo lee y te contesta sin falta de verse en persona, pues que mejor metáfora que darle nombre a un sentimiento o acción con un objeto como el chip.
El chip masónico es ese pepito grillo que llevas dentro que te dice si una acción es, como digo yo, masónica o no, o sea, si es buena o mala. Buena y mala tanto para tí como para otra persona, porque se tiende a decir que ser bueno es hacer por los demás pero creo que también es hacer por uno mismo ya que si tú no recoges ni sabes recoger tu propia casa no puedes recoger la de los demás.
Podríamos decir que el chip para funcionar necesita software y, cómo no, ese software sería un software masónico, un software como el de un ordenador, por ejemplo, que se actualiza cada cierto tiempo con mejoras y corrección de errores, al igual que nosotros cada cierto tiempo deberíamos de mirar hacia dentro, ver como somos y saber que tenemos o debemos de cambiar por algo mejor y solucionar nuestros errores.
Pero no se trata de eliminar el mal con la primera actualización, porque eso es imposible.
Con el tiempo y el uso de tu propio software, el que tú mismo vas diseñando y rediseñando, siempre habrá funcionalidades nuevas que vas aprendiendo por el camino y que no conocías y fallos que no sabías que estaban ahí. Se trata de equilibrar y no de eliminar ya que es imposible ser perfecto e imposible ser bueno en todo, hacer que pese más la parte de la balanza de lo bueno que de lo malo.
MUY BUENA IDEA… a favor de crearlo.